sábado, 28 de noviembre de 2015

La decepción: lo bueno, lo malo y lo feo.




En algún momento alguno de nosotros ha sido engañado por otro, sin importar el nivel de relación o confianza que se haya tenido con esa persona. Comúnmente experimentamos este sentimiento en las relaciones con amigos, familiares o pareja. Del uno al diez, más bien un once podría indicar el dolor psicológico que provoca decepcionarse de un ser querido, de quien esperabas respeto, honestidad, compresión y algún otro valor que considerabas existía en él, ahora, como no todo podemos controlarlo, el resultado de tantas expectativas fue nefasto y obviamente, decepcionante.

Conocer a alguien implica una intención activa y constante, sin llegar a niveles de la CIA o el FBI, es importante tratar de comprender el entorno en el que se desenvuelve el otro, cómo reacciona ante ciertos eventos y sobre todo la calidad de las relaciones que mantiene con los demás, incluyendo desconocidos. ¿A qué viene esto? pues teniendo una media verdad acerca de cómo es el otro, las expectativas podrán ajustarse mejor a la realidad. Sí, expectativas tenemos de todo y de todos, es una característica que nos define como seres sociales que nos relacionamos constantemente con nuestro ambiente. De esta manera será posible predecir si vale la pena o no arriesgarse a profundizar la relación, iniciar un nuevo proyecto, comenzar un negocio, entre otras decisiones que están sustentadas en el nivel de confianza y al mismo tiempo, en las expectativas de cada uno de los involucrados.

Vale decir que en esto no siempre se tiene éxito, por más observadores, en ocasiones afrontamos problemas a partir de la emoción o de una razón ciega y tomamos decisiones equivocadas, elegimos mal a ese amigo o a esa pareja, le dimos mucho de nuestro espacio y nuestro ser a ese familiar que no supo valorar la ayuda brindada o le abrimos la puerta de nuestra casa a alguien que parecía amable y resultó todo un desastre. Cuando la decepción llega, nacen miles de interrogantes que van rondando nuestra mente, agotando nuestras energías y dañando cada espacio vital, donde damos vueltas y más vueltas en torno a un "¿por qué -me- hizo esto?"

Lo bueno

Decepcionarse de alguien te hace despertar de ese letargo en el que te encontrabas acerca de tu apreciación sobre la personalidad del otro, te obliga a mirarlo tal como es, sin adornos y sin justificaciones. Permite que incluso puedas perdonar y soltar a tiempo una relación que te estaba llevando al fracaso, además de que puedes identificar en ti cuáles fueron tus fallas y si estas potenciaron el mal comportamiento del otro, es decir, te hace responsable de lo que vino de ti y borra las expectativas que creaste en base a un ideal que tenías sobre esa persona. La mayoría de las veces idealizamos tanto a alguien que esperamos más de lo que puede darnos y si te decepcionas de lo que creías que había y ahora descubres que te gusta (o no) más lo real y no lo ideal, ya no será tan decepcionante.

Lo malo

El malestar que genera descubrir que el otro no es lo que pensábamos, que cómo fue capaz de hacer lo que hizo y sobre todo, lo peor para el ego: ¿por qué a mi?, es de los sentimientos más incómodos y poco tolerables, sobre todo porque sobrevienen ideas cargadas de negatividad y culpa, autoagresión a nuestra propia autoestima y olvidar casi por completo que aunque el problema pudo haberse encontrado en nuestras expectativas, no es la causa del mismo; sin embargo, lo que viene puede ser peor porque nace una especie de barrera y un "vivir sin esperar nada de nadie" o "esperando siempre lo peor" que activa los mecanismos de defensa al punto de evitar relacionarnos para no ser heridos nuevamente. Aunque parezca tan natural como que si te muerde un perro no querrás volver a tocar uno, sugiere una generalización que podría alejarnos de alguien que sí vale la pena pero que de antemano le cerramos la puerta en la cara.

Lo feo

El aprendizaje es aquello que nos permite evolucionar o involucionar como personas, ¿por qué? porque al decepcionarnos de alguien lo que mayormente surge es la necesidad de colocar filtros y más filtros al momento de dejar entrar a alguien a nuestro espacio, es allí donde nuestros prejuicios cobran vida y se hacen más fuertes, alejándonos más, rechazando más, evitando más y aumentando el miedo, el resentimiento y la negatividad. Lo más común será escuchar personas lamentándose una y otra vez de lo horrible que fue confiar y ser traicionado, engañado y decepcionado por esa persona a la que consideraba leal, única e irrepetible. 

Y ahora, lo menos feo

Un aprendizaje significativo va más allá de una respuesta obvia ante un evento en particular -tal como el ejemplo de ser mordido por un perro-, porque de cualquier modo indica que se profundiza la experiencia, al punto de reconocer, identificar y modificar posturas habituales que te llevaban una y otra vez a confiar o a esperar demasiado y además darle la vuelta a esos filtros, convirtiéndolos en límites sanos que te dejen ser y dejen ser al otro. 

Las decepciones no van a terminar, seguirás esperando demasiado de quien probablemente te dé poco, pero mientras más lo aprendas, disminuirá su frecuencia. Ya no será tan doloroso, ya no será tan decepcionante.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Parejas inseguras





Socialmente, tener pareja podría ser considerado un logro, amigos y familiares se contentan (no todos) cuando algún ser querido encuentra al amor de su vida, a su media naranja; es tanto así que se convierten en público de la misma, estando atentos a todos los cambios que se susciten, y teniendo muchas veces un comportamiento empático alegrándose porque el otro encontró novia, se casó o será padre. Sin embargo, aunque suene muy bonito, el entorno por más que constantemente tenga interacción con la relación de pareja, no siempre es posible conocer de primera mano qué ocurre dentro de la relación, cómo funciona y por qué aunque "parezcan felices" muchas veces no lo son.

Que veamos miles de fotos en las redes sociales, mensajes extensos de amor eterno y rendición de cuentas en nuestra presencia, no siempre representa una característica positiva en algunas relaciones. ¿Qué significa esto? que como socialmente es reforzado este tipo de comportamientos, las parejas inseguras tenderán a cuestionar la funcionalidad de su relación: "si no subes una foto conmigo al Facebook o al Instagram es porque no me quieres", "si no me dedicas un tweet, quiere decir que tienes otra", "¿Qué haces viendo a esa chica? ¿Ya no te gusto?", "¿Por qué no me dices que me quieres?" y así, una larga larga lista.

La inseguridad personal es una característica de la autoestima baja, que sin duda hace más vulnerable a cualquiera que la sienta, provocando pensamientos negativos sobre sí mismo, desconfianza y hasta rechazo, y se percibe en todas las áreas de la vida de esa persona ya que forma parte de su personalidad. Específicamente en las relaciones de pareja, la inseguridad de uno o ambos puede acabar lentamente con esa unión, dando paso a comportamientos inadecuados que irán cuestionando los motivos por los cuales decidieron iniciar una relación y llevándolos a distanciarse emocionalmente hasta que la ruptura es casi inevitable.

Ser una persona insegura proviene principalmente de apegos malsanos durante la vida con personas significativas, empezando por la madre y hasta los amigos del colegio, alguien que se ha percibido durante muchísimo tiempo como desprotegido, sin apoyo y sin merecedor de afecto, tenderá a comportarse de manera insegura, necesitando constantemente la aprobación de otros para sentirse atendido e importante. Si bien la búsqueda de atención y la necesidad de reconocimiento es parte de ser humano, la inseguridad que pueda experimentar alguien hacia su entorno se manifiesta con mayor frecuencia, dañando cada espacio vital y generando que el sentimiento de soledad se haga presente y sea intolerable, incluso predisponiéndolo a padecer trastornos del estado de ánimo como la depresión.

Por otro lado, serán las creencias y conocimientos aprendidos de la relación de pareja que tuvieron nuestros padres (u otra representación de la pareja en la familia) las que van a servir como modelo, un modelo que es posible repetir, para bien o para mal. Si tuviste una madre moralista, muy conservadora, de valores rígidos y que ha dicho siempre cosas como "llegar virgen al altar es sinónimo de pureza. Toda mujer decente debe salir de su casa de velo y corona" junto a un padre que aprobaba lo que decía su esposa, dando fe de que "ella en su juventud fue intachable, una mujer de un solo hombre"... y pare de contar, crecerás creyendo esto con firmeza, trasladándolo a tus relaciones interpersonales y posteriormente a la de pareja, donde si te encuentras con un hombre que no cree en el matrimonio o lo ve innecesario o en el caso de ellos, una mujer sumamente liberal, sufrirás inevitablemente. Cabe decir que casarse no está mal, es una decisión que toma la pareja para darle legalidad y simbolismo religioso a su relación, el problema radica cuando se exige como "sello de seguridad", cuando realmente el matrimonio no es un indicador de felicidad.

¿Y cómo son las parejas inseguras?

Las parejas inseguras mantienen un comportamiento hipervigilante, de tipo acosador, suelen ser muy celosos y con frecuencia invaden el espacio personal y la privacidad de su pareja, quieren tener el control porque sienten miedo, mucho miedo a ser abandonados, a que no les tomen en cuenta y encontrarse solos, sin ese apoyo que tanto anhelaron tener, es decir, tienen rasgos dependientes y cuando son ambos, se habla de co-dependencia afectiva: ninguno puede hacer algo sin el otro, están constantemente atentos a los movimientos de su pareja, con quién salen, para dónde y exigen explicaciones detalladas de situaciones sociales, laborales o familiares. Lo que no saben este tipo de parejas es que estos comportamientos repetitivos traen consigo conflictos importantes dentro de la relación, fracturándola, haciéndola débil y convirtiendo el vínculo en un calvario; se desgasta y se agota el afecto, ya no hay confianza y el sentimiento se va transformando en resentimiento y desprecio.

En cambio, una pareja segura no está viendo fantasmas donde no los hay, reconoce que estar con el otro fue su decisión y confía no sólo porque ha observado que su pareja "no parece andar en algo raro" sino también porque se ha interesado en conocer con quien está y sabe qué puede esperar y qué no, dando así un toque realista a la relación dentro del enamoramiento. La pareja segura asume con madurez su relación, planteándose metas en común y sin abandonar su propia individualidad por el otro, es un esfuerzo compartido, sin ataduras ni imposibles. 

Uno de los temores más comunes en las parejas inseguras es que les sean infieles. ¿Miedo a que sea infiel? ¿Para qué? en términos de utilidad no tiene demasiado sentido: tu pareja puede ser infiel (de que es posible, es posible) pero la probabilidad de que lo sea depende de la cohesión que exista entre ambos, de los valores que comparten, del nivel de compromiso. Si estos aspectos se revisan, la pareja funciona sin dificultad, haciéndola más estable y segura. Si necesitas convertirte en algún agente encubierto para tratar de descubrir si tu pareja te es infiel, no sólo no confías en ella, tampoco confías en ti. Proyectamos lo que somos, no hay de otra.

Quien reconozca en sí mismo que posee una autoestima estable no va a tolerar por mucho tiempo las conductas inseguras de su pareja, porque de cierto modo influye en él pudiendo contaminar su propia manera de ser y limitando su crecimiento personal. En pareja se aprende a cuestionar esos paradigmas con los que crecimos, sobre todo con los más rígidos, estimulando y fomentando el acoplamiento entre dos, aumentando la compatibilidad y el nivel de compromiso. ¿La recomendación? Revisa qué sucede con tu autoestima e identifica las conductas inseguras que has tenido con tu pareja, discútelas, cuestiónalas y comienza a hacerlo mejor. A pesar de las diferencias y los desacuerdos, en pareja se crece, se cambia y se puede ser feliz.

lunes, 19 de octubre de 2015

Amigos: esa familia que encontramos fuera de casa.



La amistad ha sido considerada un valor dentro de las relaciones humanas y el tener amigos es beneficioso desde todo punto de vista; desde pequeños nuestros padres y maestros (en su mayoría) promueven que tengamos contacto con otros niños de nuestra edad, que seamos amables, respetuosos y considerados. Al crecer, en la adolescencia muchas veces piensan que escogimos mal, que ese amigo "no nos conviene" o que nos llevará a andar en malos pasos. La realidad es que una vez reconocida la capacidad para elegir, es posible no escoger lo mejor pero también es posible darnos cuenta que equivocarse está bien y que con disposición y voluntad, se puede corregir.

Los amigos son esa familia que encontramos fuera de casa, pero esto aplica sólo a los buenos amigos. Sí, puede que papá o mamá hayan tenido razón en algún momento y decidimos involucrarnos en calidad de amistad con alguien que nos estaba llevando a un camino lleno de vicios y peligros, que claramente nos iba a perjudicar y que salir de allí podría ser una tarea complicada. Por el contrario, los buenos amigos forman parte de esos momentos inolvidables, de esas conversaciones interminables y representan un apoyo incondicional, porque aunque ese día no puedan, harán lo que sea por cumplirte. 

Un buen amigo podría convertirse en ese hermano que no tuviste, y ser tan auténtico como uno. Será tu confidente, la persona en la que confías con los ojos cerrados y que tienes la certeza de que no va a fallarte. Lo que desconocemos muchas veces es que a pesar de los puntos en común, estamos relacionándonos con personas distintas a nosotros y que los errores son posibles de cometer, así seamos maravillosos la mayoría del tiempo. Aún así, cuando una amistad es un vínculo realmente fuerte, no hay manera de lograr una separación definitiva, sin importar la llegada de la adultez y las ocupaciones, los verdaderos amigos están ahí y puedes contar con ellos cuando lo necesites.

Existen esos amigos de una noche de fiesta, amigos de la universidad, del conjunto residencial donde vives o esos que son "de Internet", y también encontramos que hay una diferencia entre "amigo" y "conocido", incluso en su definición está puntualizado que con un conocido no tenemos relación de amistad pero con un amigo sí. Entonces, es importante no confundir términos para con confundir roles; el rol del conocido es básicamente mantener comunicación y contacto, alguien a quien tratas pero con quien no profundizas ningún aspecto de tu vida ni la de él, en cambio, tu amigo es esa persona que sabe mucho de ti y aún conociendo lo peor, no te juzga, te comprende y no divulgaría lo que sabe porque tú confiaste en él.

Hay amistades que tienen poco tiempo de duración e inevitablemente y muchas veces después de algún problema, así sea tonto, se desvanece el vínculo. Se pueden ver, sentarse a tomar un café pero sencillamente ya no es lo mismo, y se percibe que en algún punto se rompió la comunicación y pasaron de ser amigos a ser simples conocidos. En ocasiones, sucede que alguien por conocer "el pasado" de otro, ya cree conocerlo y hasta dicen "ese es amigo mío de toda la vida", pero se saltan la parte en la que creció y que su amigo ya no es el mismo de hace un par de años.

¿Cómo recuperar un vínculo que se rompió? ¿Cómo ser de nuevo esos amigos, casi hermanos que estaban juntos "para arriba y para abajo"? resulta una tarea difícil, sobre todo porque no es posible echar el reloj hacia atrás. Renovar el vínculo suena mejor que intentar recuperar lo que forma parte del pasado; renovar implica comenzar de nuevo, volver a conocerte, a confiar en ti, y para hacerlo no sólo hay que estar dispuesto sino también enterrar cualquier sentimiento negativo, soltando lo que ya fue pero no es. De esta manera y por supuesto, con una dosis de madurez emocional será posible iniciar un nuevo capítulo con ese amigo que pensaste había quedado atrás.

Terminar una amistad puede doler tanto como culminar una relación de pareja o renunciar a un empleo, aunque hay diferencias con estos vínculos, el factor común es la cohesión y el afecto que te une al mismo, que podría ser lo suficientemente intenso como para que represente una pérdida importante en tu vida y generar un malestar significativo, sobre todo cuando estos vínculos son por años, el tener que decidir terminarlos resulta una tarea estresante y complicada. Pero sí, las amistades también tienen su fin, a veces porque no hubo demasiada conexión con el otro, porque se traicionaron, porque se echaron al olvido o porque realmente era una relación tóxica donde no existían límites de ningún tipo.

Cualquier relación interpersonal requiere de límites sanos para funcionar sin problemas, con esto me refiero a que tu amigo no es tu pareja y si el rol se distorsiona y comienzas a tener conductas distintas a las que tiene un amigo, entonces no sabrás qué tipo de relación tienes con esa persona, trayendo conflictos innecesarios y que podrían acabar inevitablemente con una unión que en principio fue sana. Cuando digo que un amigo es esa familia que encontramos fuera de casa, tiene que ver específicamente con todo lo común que hay entre tu amigo y tú, con ese conjunto de ideas, gustos y aficiones que pueden compartir sin dejar de ser ustedes mismos. El apoyo que se tengan será directamente proporcional al afecto que exista entre ambos; la comunicación tiene que ser efectiva, la confianza jamás llegará al abuso y esto es lo que garantiza que el rol se experimente adecuadamente.

Es bonito lograr mantener un vínculo sano con alguien más, ya que te permite crecer y darte cuenta de aquello que no sabías de ti. Estar relacionados es terapéutico, no podemos negar que somos seres sociales y que si bien los ratos de ocio y soledad se pueden disfrutar, aislarnos nos hará más egoístas y desinteresados, socavando nuestro funcionamiento intelectual y emocional. Reconoce quiénes son tus verdaderos amigos, con quiénes mantienes un rol sano y cuáles de ellos te han permitido crecer y ser tú mismo a pesar del tiempo, la distancia y las ocupaciones... recuerda: un amigo no sustituye a la familia, pero se puede convertir en un miembro de ella. 

sábado, 10 de octubre de 2015

El miedo al fracaso




El fracaso representa aquello que queremos evitar a toda costa al iniciar un proyecto o tomar una decisión importante, hemos sido educados para no fracasar, para resaltar y ser notables desde pequeños; hacerlo mal implica castigo y posteriormente sentimientos de inseguridad, frustración y una percepción negativa y catastrófica de lo que vendrá. El miedo es una de las emociones primarias y también hemos aprendido a rechazarlo, de modo que experimentarlo se convierte en un caos afectivo, acompañado de síntomas desagradables que te inmovilizan o te llevan a actuar de forma impulsiva sin que haya tiempo de pensar qué sucede y cómo resolverlo. 

El miedo, el estrés, la angustia, la ansiedad tienen mucho en común: duelen. Este dolor es catalogado como psicológico, es decir, proviene de la percepción y valoración que le damos a esa situación/cosa/persona que nos resulta agobiante y perturbadora, donde en muchísimos casos deriva en reacciones psicosomáticas y allí nuestro cuerpo comienza a padecer síntomas claros que nos llevan a buscar ayuda médica en primer lugar sin resolver además nuestra actitud ante el síntoma. 

Entonces, el temor a fracasar desencadena un estado ansioso que nos arropa y podría llevarnos a evitar hacer lo que queríamos hacer sólo porque "podría salir mal", ¿no es esta una posibilidad en todo aquello que queremos iniciar? y que sea posible, no siempre lo hace probable, además ¿qué es lo peor que podría pasar? ¿Equivocarnos? ¿Y cuál es el miedo? Aceptar que no somos perfectos y estamos expuestos a equivocarnos es una forma de afrontar ese miedo a fallar, no es igual exigirte excelencia que obligarte a ser perfecto, convirtiéndote en tu propio verdugo y llevándote a sufrir innecesariamente.

¿Qué sucede y qué hacer cuando hay miedo al fracaso?

El miedo a fracasar se incrementa con cada vez que nos exigimos que todo salga perfectamente bien, sin errores, revisar compulsivamente cada detalle hasta sentirnos satisfechos, a fin de eliminar esa ansiedad por hacerlo mal y aún viéndose presentable lo que hicimos, queda esa sensación de "¿qué me faltó?" y continúa la espiral de pensamientos negativos, ya no sólo por el temor a fracasar sino también por el temor a ser evaluados, a que otro lo cuestione y menoscabe nuestra autoestima. 

Sí, siempre se trata de la autoestima. Cualquier miedo que experimentes, no importa a qué, si sale bien te sentirás afortunado, feliz, contento y regocijado pero si no sale tan bien, eres el peor, el torpe e ineficiente. Basta de extremos, reconozcamos que si salió bien fue justamente producto de ese miedo que te movilizó, que en algún momento te sentiste seguro y dijiste "ok, lo haré" y si no salió tan bien, no quiere decir que eres lo peor que existe, simplemente tu miedo ganó y actuaste a su favor. 

Para vencer el miedo, hay que aceptarlo. Si no entendemos que es una emoción importante para la vida, no sabremos qué hacer cuando aparezca; no eres débil por sentir miedo, eres humano. El fracaso es una posibilidad, nosotros nos encargamos de disminuir la probabilidad de ocurrencia, ¿cómo hacerlo? confiando en nuestra capacidad, aunque el miedo esté allí, que sirva de motor porque no hay riesgo que no lleve implícito el temor a fallar.

Los riesgos se toman o se dejan, sin arrepentimientos. Cuando llegue el momento de tomar una decisión importante, aún enumerando sus consecuencias sigue siendo un riesgo pues desconocemos el resultado final, no importa cuánto lo imagines, lo bueno, lo malo, lo no tan bueno y lo no tan malo. Por supuesto, hay situaciones que inevitablemente tendrán un resultado nefasto, como por ejemplo cruzar una avenida donde hay vehículos en movimiento sin mirar a los lados. 

La ansiedad no es tu enemiga, a menos que la percibas así. En muchas ocasiones las respuestas ansiosas son inevitables e involuntarias, esa descarga de adrenalina y esa aceleración de los latidos de nuestro corazón, la boca seca, el caminar de un lado a otro, el estómago protestando y la respiración descontrolada..."listo, estoy ansioso, esa odiosa que no me deja vivir". Recuerda: no viene de afuera, viene de ti, es tuya y sólo tú puedes darle la orden para que cese. Hazle frente a ese pensamiento negativo, respira profundo aunque al principio cueste, toma asiento y piensa que es temporal, que va a pasar. 

Aprovecha tus miedos, aprende de ellos. Es muy probable que una vez reconociéndolos tu vida se haga más llevadera, nuestros miedos son los mejores maestros de vida, aprender de ellos significa descomponerlos, tolerarlos y restarles valor, mirarlos desde otra óptica y al final decir "mi miedo me ayudó a seguir"


Si ya sabes a qué le temes, haz dado un paso gigante. Ahora lo que sigue es ver un poco más allá del miedo, que te lleve a actuar, no importa que falles, siempre puedes volver a intentarlo.

sábado, 3 de octubre de 2015

Pensamientos intrusivos


Cada vez que un evento, situación o problema no fue solventado o fue resuelto a medias, suele quedarse en nuestros pensamientos. Tener "asuntos pendientes" provoca que constantemente vengan a la mente pensamientos asociados con ello, una y otra vez, sin cesar. La preocupación es no hacerse cargo del problema a resolver, es sólo darle vueltas y vueltas sin llegar a ningún lugar; ¿cuántas veces nos preocupamos y cuántas nos ocupamos? Es seguro que pocas, muy pocas. Lo cierto es que hay siempre una alternativa, en ocasiones debajo de alguna piedra o detrás de algún árbol jugando a las escondidas, pero la hay y aún así, los pensamientos intrusivos, esos que nadie llamó, no dejan de aparecer para aumentar nuestra ansiedad y amargarnos la existencia.

Los pensamientos intrusivos tienen características específicas, por lo que es posible identificarlos rápidamente: 

Son involuntarios. Es decir, aparecen de manera automática en nuestra mente y suelen ser el producto de distorsiones previamente instaladas (aprendidas) en nuestro sistema de creencias. 

Son negativos. Es un pensamiento intruso, nadie lo quiere allí, por lo tanto es negativo y está representado por esos "no puedes hacerlo", "no hay solución", "todo va a salir mal", "eres un incapaz" y un largo etcétera.

Son recurrentes. Aparece una y otra vez hasta generar un agotamiento mental que se transforma en síntoma: cefalea, fatiga, irritabilidad, desgano o agitación psicomotora (estar en movimiento constante), hiperventilación, dificultad para respirar, sudoración... síntomas claros de ansiedad.

Estos pensamientos también se califican como obsesivos, ya que no podemos abandonarlos pero tampoco dejar de vivir sin ellos. Este conflicto es el que genera un malestar psicológico importante y va a tener consecuencias como el deterioro mental, físico, laboral, personal y social. La neurociencia nos dice que hay un factor bioquímico cerebral en este tipo de pensamientos, por lo que hay casos donde es recomendable la medicación por parte del médico psiquiatra. Esto no quiere decir que todos debemos tomar pastillas para dejar de pensar, se trata de quienes mantengan un patrón de comportamiento inadecuado (ejemplo: en el trastorno obsesivo-compulsivo) y que requieran una atención profesional especializada y personalizada para tratar un trastorno en específico.

¿Debemos dejar de pensar? No. De hecho, no es posible que dejemos de tener pensamientos. Existen técnicas que pueden ser aprendidas para disminuir la frecuencia y la intensidad de esas ideas que no nos dejan en paz; detener el pensamiento con un gran ¡BASTA! podría ser efectivo en algunos casos, también cuestionar esas ideas y tratar de encontrarles lógica, comparándolas con lo real y rebatiendo nuestros propios prejuicios y creencias distorsionadas, que sin duda son la madre de los pensamientos intrusivos.

Algunas recomendaciones para mantener la ansiedad regulada están sujetas a intentar mantenernos organizados, a disminuir esa cantidad de "pendientes" que tenemos aprendiendo a soltarlos gradualmente, colocar fecha a los eventos que no podemos postergar, hacerle frente a la procrastinación, evitar el "mañana lo hago" si puedes hacerlo hoy, comprender que el "no tengo tiempo" es sólo una excusa, porque siempre que tengas la disposición de llevar a cabo una acción, lo harás justo cuando te sientas más motivado. Y de esto se trata, encontrar lo que te moviliza para poder actuar sin dejar pasar días, meses y años para hacer lo que tenías pendiente. 

De esta manera es posible eliminar significativamente la cantidad de pensamientos intrusivos, haciendo que sea más fácil manejarlo y no dejándose llevar por los mismos. Tendemos a creernos todo aquello que pensamos y a veces no reconocemos que podemos estar equivocados, por eso, atrévete a dudar de esos pensamientos negativos, pueden no ser lo que tú crees que son. Busca apoyo cuando lo necesites, habla acerca de lo que te molesta, dale forma a tu ansiedad y recuerda que aunque no lo veas en ese momento, siempre que quieras, puedes seguir adelante. 

sábado, 26 de septiembre de 2015

Infidelidad 2.0





La infidelidad en la pareja es uno de los asuntos de los que más se hablan en reuniones sociales, donde cada quien expone su punto de vista al respecto y da paso a debates interesantes que permiten conocer las creencias que se tienen acerca de ser infiel. Algunos lo aceptan, toleran y hasta justifican, otros lo rechazan, lo condenan y expresan que jamás han sido ni serán infieles. Los medios para cometer una infidelidad se han expandido, sobre todo desde la aparición de las redes sociales, que sin duda facilitan los encuentros entre los infieles y sus amantes, dando camino a una nueva forma de vivir esta experiencia y también a que existan pruebas irrefutables del engaño cometido.

Algo que muchos no saben es que la concepción de ser infiel puede variar de persona en persona, respondiendo a sus valores y su ética al momento de llevar a cabo una acción que pudiera afectar a otro. En teoría todos somos buenos, ninguno es capaz de cometer una infidelidad y nos autocalificamos moralmente correctos e incorruptibles, ¿pero qué pasa cuando la tentación se hace presente y no se controla el impulso? Lo primero sería entender la o las causas que llevan a alguien a cometer una infidelidad, porque ser infiel también duele y en este sentido sería arriesgado convertirse en juez y señalar la conducta del otro cuando desconocemos si en algún momento nos van a ser infieles o si el infiel seremos nosotros.

Como ya lo mencioné, las redes sociales facilitan el hecho de ser infiel, pero no responden en su mayoría a una infidelidad consumada, ya que se ve expresada en conversaciones por chat, lo que conocemos como "sexting" y a plantear cualquier cantidad de fantasías que no trascienden el teléfono, la laptop o el computador; aquí cabe la pregunta: ¿será entonces una real infidelidad? Para los más moralistas, sin duda, lo es. Para ellos, que su pareja piense en otra persona ya es causal de separación y representa una traición que no perdonarían ni en esta ni en otra vida. Esta postura es la que conlleva a un sufrimiento más profundo y doloroso, porque basta con ver a la pareja escribiéndole un mensaje a otra persona para acusarlo de infiel. Para otros sólo es un mal momento que pueden dejar pasar, pero que reconocen podría afectar la confianza en cierta medida.

Entonces, ¿cuál es la mejor opción para los más celosos? La verdad, la mejor opción es confiar en la pareja y tratar de no acusar sin pruebas directas y concisas. No niego que más de una vez alguna mujer ha encontrado mensajes subidos de tono en el teléfono de su esposo, y sin justificar su falla (la de él) es importante preguntarse dónde está ubicado el nivel de desconfianza de esta mujer que le llevó a invadir la privacidad de su esposo y revisar su teléfono. En este punto queda evidenciado que no sólo el infiel actuó mal sino que también queda demostrada la desconfianza en la pareja y esta suele ser la causa más común para ser infiel.

Descubriendo la causa de la infidelidad se puede hablar de cómo intervenirla, si conviene dejar esa relación e ir por una mejor o perdonar la misma. Dejémonos de tonterías: sí hay personas que perdonan -auténticamente- una infidelidad y esto no los convierte en dependientes, pendejos, tontos o locos. Es necesario evaluar cada aspecto que llevó al otro a ser infiel, trabajar la culpa, soltar el resentimiento y poder continuar, no es acumular infidelidades y disculpas, se trata de revisar si en efecto esa infidelidad es “perdonable”. En mi opinión, el infiel es quien más trabajo terapéutico debe hacer y el engañado revisar si mejora su radar y encontrar a alguien mejor o comprender de dónde nació su desconfianza u otros aspectos negativos y cómo influyó en la relaciónEl infiel tiene una dificultad en el control de sus impulsos, así sea por las redes, le es fácil caer en la tentación, sin embargo, es un comportamiento que con la intervención adecuada puede cesar.

Siendo la infidelidad un acto individual, queda de parte del infiel si utiliza su error para mejorar su relación de pareja o continuar con este hábitoPuede que la popular frase "ojos que no ven, corazón que no siente" tenga sentido en este tipo de casos, sin embargo, funciona sólo si el infiel reconoce su falla, la mejora y no hace más daño a su relación evitando el comportamiento infiel y actuando en pro de la misma. Si no es posible, lo recomendable es romper el vínculo, aceptando que existe una conducta que no fue aprobada previamente y por lo tanto generará inevitablemente un daño en la pareja.

Es cierto que la confianza es pilar fundamental en la relación de pareja, también lo es el ser sincero y honesto, y sabemos que nadie que haya escrito un mensaje o enviado una foto subida de tono a un tercero, se lo va a comunicar a su pareja. Sabe a la perfección que hacerlo implicaría la ruptura de la misma. Entonces, ¿somos todos unos infieles y lo mejor es mentirle a nuestra pareja y quedarnos en eternos chats comprometedores? No. Recuerda: si consideras un acto infiel el que tu pareja se escriba con alguien más en un tono lujurioso, es lo mismo si tú lo haces. Si para ti no es considerado una infidelidad, lo mejor es que se lo dejes claro a tu pareja. La confianza y la comunicación entre ambos darán garantía -medianamente- de que hay fidelidad en la relación y si mantienen un mismo acuerdo acerca de ser infiel o no, no habrá reclamos innecesarios.

De todos modos, descubrir una infidelidad (intencionalmente o no) afecta la autoestima del engañado y de acuerdo con la connotación social del mismo es tomado como traición. Es válido si deseas dejar a tu pareja al descubrir que te fue infiel, también es válido si eres capaz de perdonar y continuar a pesar de ello. Es un trabajo de dos, no de ver quién fue el culpable y condenarlo, porque si bien es evidente que el infiel fue quien cometió la falla mayor, existe una causa. Lo ideal sería que dejara su pareja, relacionarse con quien le plazca y no causar daño a otro, pero sabemos que esto es sólo un ideal y que no siempre la realidad es así. 

No importa qué tan fácil sea ser infiel en estos tiempos donde la tecnología lo favorece, lo que realmente importa es que existan parejas que puedan tenerse confianza mutua y una comunicación efectiva para que entre ellos logren disminuir la probabilidad de buscar un tercero y romper una relación que quizá sea lo mejor que les ha sucedido en su vida.


domingo, 13 de septiembre de 2015

"Haters gonna hate"




El título de esta entrada es muy conocido en las redes, de hecho, muchos la utilizan para referirse a quien muestra una actitud de desagrado y antipatía ante algo o alguien, porque quienes "odian" siempre lo harán. En términos de intensidad, el odio es el otro extremo del amor, se siembra, se cultiva y da frutos terribles; hay quienes tienen un gran campo donde está sembrado su odio por gustos, aficiones, personas, momentos, recuerdos, etc, Son personas que paradójicamente son felices odiando, dándole un toque patológico a su propio ser. Por supuesto, va más allá de manifestar que algo "no les gusta", hay conductas destinadas a destruir aquello que no toleran, son personas destructivas y también, en muchos casos, autodestructivas. Si odias lo que está fuera de ti, es probable que odies lo que está dentro de ti,

Las causas por las que alguien no está de acuerdo con lo que otro piensa o le gusta, no tienen discusión. Es normal que no nos atraiga aquello que a otro sí y podamos seguir viviendo con eso, ahora, el verdadero conflicto se halla en permanecer detestando y rechazando lo que sucede ante nuestros ojos y que lamentablemente, ha llegado a ser "aceptado" socialmente, al menos dentro de grupos con características similares. Entre jóvenes es bastante común, sobre todo en adolescentes, donde debido a los cambios biológicos, psicológicos y sociales están en esa búsqueda de quiénes son y hacia dónde van. Aun así, este comportamiento también es visible en adultos, donde algunos mencionan que lo hacen "por diversión" y no porque odien realmente, ¿a dónde los llevará esto?

Pareciera un claro indicador de inmadurez emocional cuando nos empecinamos en dañar al otro "por diversión", porque un grupo de personas similares a mí también aceptan y fomentan este comportamiento, porque ser buena persona "es de pendejos" o se ve ridículo ser tolerante, amable y educado. Entonces, es posible notar que hay una gran distorsión acerca de estos términos a nivel social, o muchos trabajan en distorsionarlo. En lugar de aceptar que hay diversidad, lo ataco, lo critico destructivamente y lo rechazo a un nivel como si tolerarlo me quitara vitalidad.

Este tipo de comportamiento suele observarse también en casos de bullying o cyberbullying, y quienes lo hacen, en efecto no parecen identificar un sentimiento de odio hacia esa persona, pero de todos modos se burlan de ella, le hacen daño y destruyen su autoestima. Desconozco el momento en que esta conducta comenzó a ser "admitida" entre ciertos grupos de personas, aunque es posible que se deba al corte colectivo que tiene y a la falsa creencia "si él lo hace, ¿por qué yo no?", sumado a una carencia de empatía, porque "no lo conozco, no me importa cómo se sienta", y realmente no sé qué es peor, si ser el bullie, o ser quien apoye la moción.

Es importante comprender que desde lo psicológico, nada sucede "porque sí", ninguna conducta está precedida de la nada, hay un motivo. El motivo puede variar, y en ocasiones tacharemos de "absurdos" algunos motivos ajenos, pero cada quien con el suyo ¿no?, y aquí el punto es enfatizar que no importa si piensas diferente, si no te gusta lo que a mí, si no me toleras o no soportas mi personalidad, se trata de que marques distancia y no te llenes de odio porque no soy como quieres que sea. La violencia existe en todos los niveles y está fomentada por el odio, no hay conducta violenta que no tenga al odio como motor, entonces, mientras más te enfoques en odiar, ese sentimiento va a crecer sólo y únicamente en ti y dependiendo de cómo sea tu personalidad, podrías llegar a ser un violento más, sin que haga falta golpear o matar a otro para serlo, basta con insultar e intentar hacerle la vida imposible a otro, ¿estás seguro que lo haces por diversión? 

Por otro lado y muy importante acotar:

¿Qué hacer cuando eres la víctima?

  • Intenta no reforzar la conducta del otro. Cuando respondes al ataque, estás actuando como lo espera tu agresor, recuerda que buscar molestar y afectarte, si le das la atención que busca, su conducta se mantendrá y reaparecerá. 
  • Identifica qué tiene que ver contigo y que no. El hater atacará aspectos de tu personalidad intentando herirte y afectar tu autoestima, si reconoces algo de lo que dice en ti, reflexiona y busca una forma de mejorarlo. Si lo que dice no tiene que ver contigo, es probable que esté hablando de sí mismo. No te enganches, no es necesario.
  • Busca ayuda si lo crees necesario. Hay quienes se muestran muy afectados cuando son atacados por otro, en este sentido, lo mejor es buscar ayuda profesional en casos severos y si fue algo de momento, te vendría bien alejarte y conversar al respecto con un buen amigo, así liberas la tensión y emociones negativas que te produjo el conflicto.
  • Trata de no convertirte en agresor. Quien ha sido víctima de ataques durante un tiempo prolongado, podría tener la oportunidad de convertirse en un atacante bajo la falsa ilusión de control y dominancia, interpretándose como fuerte ante el otro (esto es lo que cree el provocador). Si ya conoces lo que es ser víctima de ellos, atacar a otros no va a borrar lo que te sucedió.
Te preguntarás si hay una cura contra el odio... los más humanistas dirán que es el amor, yo pienso que la cura es tomar consciencia de que hay un sentimiento que te hace más daño a ti del que quieres causar. No te tiene que caer bien quien ya te cae mal, si algo malo te hizo y por eso lo odias, perdónalo, déjalo ir, suelta eso que nada más vives y sientes tú, eso no lo hará volver a ti, no significa que serán ahora mejores amigos, sólo dejaste a un lado un sentimiento que te estaba destruyendo. Quienes sigan creyendo que "no odian" a otros sino que los atacan "por diversión", probablemente comprendan su propio comportamiento cuando no sean el victimario sino la víctima, y justo allí podrían reflexionar o simplemente "no tomarse en serio" el ataque y seguir siendo un hater más.

Para el hater de oficio:

Tú que todo lo cuestionas y criticas, a ti que nada te agrada o te parece estúpido o fuera de lugar, hazlo contigo primero: cuestiónate, sé autocrítico y revisa qué no te gusta o te parece ridículo de ti antes de intentar verlo en otros, deja que el otro sea como le gusta ser, haz que ya no te afecte lo que el otro eligió. No es tuyo, no es tu problema, no tiene que ser un motivo para atacarlo; respeta tanto como te agrada ser respetado, mírate, observa lo que dices y haces, ocúpate de ti, conócete y verás que ya no habrá tiempo para odiar. Recuerda: mientras no hagas daño, puedes ser quien quieras ser.


sábado, 29 de agosto de 2015

El primer amor... ¿Realmente se olvida?



Resulta común escuchar entre la gente que cuando jóvenes tuvieron un primer amor, alguien que "les enseñó a amar", por quien sintieron por primera vez eso que llaman amor. Describir el amor sería alterar su esencia, ya que por ser un sentimiento, cada persona lo experimentará de acuerdo con sus creencias acerca del mismo y otros simplemente lo van a sentir sin llegar a identificar por qué o cómo es que se siente así. En este sentido, es posible que existan características similares entre la mayoría de las personas sobre cómo fue el primer amor y sin duda, algunos dirán que pudieron olvidarlo, otros lo recuerdan como si hubiera sido ayer y hay quienes incluso expresan no haber conocido aún el amor.

Hay muchas formas de ver expresado el amor, no sólo cuando tenemos pareja, sino también el amor hacia padres, abuelos, hermanos, tíos y otros familiares, así como podemos amar lo que hacemos y también existen los filántropos, quienes aman a la humanidad y todo lo que a ella respecta, siendo personas sumamente altruistas y consideradas con el otro, empáticos y desinteresados al momento de brindar apoyo y ayuda siendo placentero para ellos. Ya con esto es evidente que amar podría ir más allá de lo que creemos acerca del amor, que no importa si aprendimos a ver el amor como atadura, es posible transformarlo y comenzar a amar mejor, porque aunque describirlo es subjetivo, el amor no supone en sí ser un sentimiento displacentero. Universalmente, el amor indica unión, afecto y entrega hacia algo o alguien.

¿Cómo hablar del primer amor sin haberlo conocido? Sería una tarea bastante complicada, y hay quienes tratan de rememorar si en verdad existió, si realmente lo conocieron, mientras otros se preguntan si algún día van a olvidarlo. El olvido en sí no es olvido, simplemente no nos detenemos a recordar y hay muchísima información almacenada en nuestra mente a la que no accedemos de manera consciente, a menos que intentemos enfocar y traer el recuerdo, siendo nuestra no muy exacta memoria la encargada de indicarnos si algo fue así. Sin embargo, el sesgo de memoria es inevitable y la mayoría de las veces alteramos los recuerdos, haciendo una sobrevaloración de los mismos u omitiendo muchos detalles, y está bien, olvidaremos palabras y algunos rostros, pero pocas o ninguna vez olvidaremos cómo nos sentimos con alguien.

La memoria emocional se activa ante cualquier estímulo que podamos asociar con esa experiencia pasada, estas experiencias tienen la característica de haber sido muy intensas y vívidas, por lo que el recuerdo podría ser tal como encontrarse nuevamente en la misma situación. Será entonces la memoria emocional quien despierte los recuerdos acerca del primer amor, aunque no sea cada día a su lado, serán los momentos más significativos: esas tonterías que hicieron juntos, los riesgos que decidieron tomar "por amor", los besos, las caricias y hasta hacer el amor, sensaciones que fueron únicas e incomparables por más que hayas encontrado una nueva pareja y consideras que es "mejor" que esa persona, recuerda que en tu tiempo presente puede ser mejor, pero en el pasado el "mejor" era tu primer amor.

En muchas ocasiones, el primer amor no siempre fue cálido, bueno, afectuoso y feliz, por el contrario, fue dominante, castrante, invasivo y maltratador, mantiéndote atado, sin voz para expresarte y atrapado en un círculo de dependencia que no sabías abandonar. El primer amor pudo ser tormentoso en todo el sentido de la palabra, pero es el mejor referente que tienes para reestructurar lo que entiendes por amor y cómo relacionarte nuevamente aunque esté latente el miedo a sufrir. Amar a alguien sin miedo a perderlo (debido a esa falsa ilusión de que lo "tenemos") podría conllevar a tener conductas que no te inviten a esforzarte por estar a su lado, a creer que como sabe que le amas y te ama, va a permanecer pase lo que pase; es muy probable que ese miedo a perder al ser amado sea lo que nos impulse a hacer lo que esté a nuestro alcance para que no suceda; somos el anfitrión de nuestra pareja, le damos y mostramos quién somos realmente con la intención de que se sienta cómoda y no se vaya de nuestro lado.

De cierto modo existe un apego hacia la pareja, este apego ha de ser un apego sano, seguro y libre de sufrimiento, que sientas miedo a perderlo no siempre significa que vayas a actuar de forma desesperada y sumisa, complaciéndole en todo sólo para que no se aleje. No. Se trata de internalizar una realidad: la relación no es eterna (nada lo es) y desconocemos el tiempo que estaremos a su lado, es decir que es posible que "lo perdamos", pero nos vamos a encargar de disminuir la probabilidad de ocurrencia. Lo amaremos bien, para que se sienta bien y no decida irse. ¿El amor todo lo puede? Eso creen muchos, en mi opinión hace falta algo más que amor, quien por sí solo es un sentimiento y que si no va acompañado de acciones coherentes con lo que se dice, no importa cuánto amor digas sentir, si el otro no lo percibe, es como si no existiera.

¿Crees entonces que realmente olvidamos el primer amor? Si no lo recuerdas, tal vez no lo has conocido o quizá esa o esas relaciones que has tenido no fueron lo suficientemente intensas y por lo tanto, no tan significativas para ti. Algunos aún se encuentran junto a su primer amor, otros decidieron seguir sin él y están felices con alguien más, ¿Pero dejaron de recordar lo que vivieron? no te asustes, no significa que no superaste a tu ex, recordar sin dolor ya es haberlo dejado ir, no olvidarlo es valorar su existencia, porque aunque no estén juntos, fue el ensayo y el error que te permitió ser mejor. Nunca es tarde para conocer el amor, nos enamoramos miles de veces, podemos amar más de una vez y mejor cada nueva relación, porque estamos en constante aprendizaje sobre relacionarnos con los otros, y mientras algunos repiten patrones porque algo deben resolver, otros sanan las heridas, viven el amor y recuerdan sin dolor.

sábado, 22 de agosto de 2015

El miedo a expresarse




El miedo como emoción primaria puede aparecer ante cualquier estímulo, porque sí, el miedo viene de algo externo, a diferencia de la angustia que siempre es interna y a veces confundimos cuando estamos ante algo que realmente nos aterra. Sea lo que sea, el miedo puede paralizarte o movilizarte y la mayoría de las veces no sabemos cómo vamos a reaccionar, pero algo va a pasar.

La lista de miedos o fobias (ansiedad ante un estímulo aversivo) es bastante extensa, sin embargo, el miedo a expresarnos puede aparecer en cualquier momento y no es precisamente una fobia, es más una postura que decidimos tomar ante alguna situación donde actuamos pasivamente o "lo dejamos así" porque queríamos evitar un problema o un daño mayor, y en este punto podría ser beneficioso, aún así, si te habitúas a evitar decir lo que piensas porque temes la reacción del otro o en tu mente fantaseaste con alguna especie de catástrofe, será más el daño que te hagas a ti mismo y repararlo podría llevarse su tiempo.

De acuerdo con tus características de personalidad, si eres una persona introvertida, vas a tender a callar o a ser "cerrado" ante expresiones de tipo emocional e incluso racional; el miedo a ser juzgados, señalados y rechazados te puede llevar a tragarte tus palabras y hasta las lágrimas que quisiste soltar. No porque sea una característica de tu forma de ser, tienes una ventaja, ya que ser constantemente evitativo sólo va a provocar que fracases en algunas áreas, te aisles y pierdas contacto con quienes te importan.

No sólo puedes notar cuando tú sientes miedo a expresarte sino también puedes saberlo cuando a otros les pasa, ¿cómo notarlo? la persona que tiene miedo a expresarse no hace contacto contigo y este contacto puede verse interferido en lo visual, lo auditivo y lo táctil.

En lo visual: no te mira, te mira pero no te atiende o en ocasiones te mira fijamente porque sabe que tiene que verte, pero lo hace por obligación y no porque realmente desee hacerlo.

En lo auditivo: decimos lo que el otro quiere escuchar cuando realmente no pensamos eso, cuando nos impedimos escuchar el punto de vista del otro y esperamos que diga algo que esté en contra de lo que pensamos para atacarlo sin escuchar lo que tiene para decir; cuando estamos en una actitud para ver dónde y en qué se equivoca el otro, cuando únicamente escuchamos las críticas pero no las alabanzas, cuando escuchamos sólo los detalles (forma y no fondo) o en caso contrario, los detalles carecen de importancia.

En lo táctil: evitar el acercamiento o contacto directo con personas es una de las formas más comunes de interrumpir el contacto con el otro. Cuando mantienes una distancia física durante alguna discusión, cuando no quieres que te toque mientras hablan, cuando prefieres no estar en el mismo sitio que el otro.

Estas formas de interrumpir el contacto van a limitar el espacio que tengas para expresarte, lo que sin duda va a aumentar tu miedo a decir lo que piensas y sientes, a comunicar lo que quieres que el otro sepa y llevándote cada vez más a encontrarte más aislado y con menos oportunidades de ser.

¿Es posible recuperar el contacto y perder el miedo a expresarnos? Sí. Existen algunos ejercicios para reestablecer el contacto (los tomé del libro Manual Práctico de Psicoterapia Gestalt de Ángeles Martín), de manera que nos hará más conscientes de nuestro presente, lo que va a disminuir la sensación de miedo, ya que ese miedo aparece por experiencias negativas de hechos pasados o por creer que sucederá lo peor de lo peor, es decir, si te ubicas en el tiempo presente, no habrá espacio para el miedo y podrás decir lo que piensas y sientes. Algunos de estos ejercicios son los siguientes:

Mirar al otro de manera intencionada y no limitarnos o prohibirnos mirar lo que queremos mirar. En ocasiones nos prohibimos mirar al otro disfrutar con la mirada, ya que se le da un carácter negativo cuando no siempre es así. Mientras esto sea recíproco no dará paso a incomodidades por malas interpretraciones de esas miradas.

Mirar y dejarse mirar. Puedes realizar este ejercicio sentado o en movimiento (se recomienda de las dos formas), esto nos permite conocer lo que pasa a través de nuestros ojos y eliminar el sentimiento de vergüenza cuando otro nos mire.

Otros son: elegir y rechazar a través de la mirada, experimentar con distintos tipos de mirada, exponerse a las miradas de los demás mientras nos miran.

Para mejorar el contacto a través del escuchar:

Concentrarse más en la musicalidad o el tono de voz que en las palabras, repetir lo oído para ver si se ha fijado en los detalles y si se ha captado el conjunto, esperar a oír y escuchar lo que tiene que decir la otra persona sin interrumpirla antes de terminar, transformar las preguntas en afirmaciones.

Con respecto al contacto físico:

Tocar y dejarse tocar, ejercicio del "ciego" (funciona para explorar la confianza y la auto-confianza), abrazar, y otros ejercicios de contacto con diversas partes del cuerpo.

El miedo a expresarte podría estar muy bien fundamentado (utilizando la racionalización, que es un mecanismo de defensa), podrías rechazar completamente la situación (negación, otro mecanismo de defensa) o dejarla para después (evitación, una estrategia de afrontamiento) y aunque hagas todo esto, no vas a poder evitar las consecuencias de ello, que podrían abarcan un malestar psicológico e incluso físico (cuando hay somatización) que sólo va a reforzar de cierto modo que continúes callando lo que quieres expresar. 

Lo único que es aceptable evitar es provocar daño a otros, aunque en ocasiones este pueda ser inminente y se escape de tus manos. Cuando puedes decir lo que piensas y sientes, además de ser asertivo y ser libre, estarás actuando de acuerdo con tu forma de ser, donde a pesar de tus defectos, no permites que interfieran en ese contacto con el otro y poder hacerle llegar el mensaje que quieres comunicar. Si lo que dijiste de todos modos hizo sentir mal al otro, ya no tiene que ver contigo. Recuerda que sólo puedes hacerte responsable de lo que piensas, dices, sientes y haces. El mensaje es simple: no te calles, di lo que quieras decir y no tengas miedo a expresarte.

domingo, 16 de agosto de 2015

Queriéndose a sí mismo



Cada uno de nosotros maneja algún concepto de sí mismo, además de un nivel valorativo respecto a cómo creemos ser y lo que en verdad somos. Las personas que nos rodean en general tienen alguna opinión acerca de nuestra conducta o actitudes, de hecho, es común observar lo fácil que es emitir juicios acerca del otro antes de hacerlo sobre sí mismo, y en caso de hacerlo, por supuesto en casos puntuales, encontraremos a alguien que haga hincapié en sus defectos. El egocentrismo se puede detectar con facilidad, y en ocasiones, algunas personas confunden esto con quererse a sí mismo, con que tiene autoestima alta, y tanto en teoría como en práctica, son aspectos diferentes.

Quererse a sí mismo supone hablar de aquello que nos moviliza, de eso que nos gusta hacer y que no importa si toca repetirlo muchas veces, ya que lo disfrutamos. Pero más allá de eso, tiene que ver con la valía personal, con la cantidad y calidad de cariño que me doy y si realmente eso representa afecto o si lo estoy haciendo para complacer a alguien más. El diccionario de psicología de José Gregorio Bello Porras define la autoestima como la "evaluación que el individuo hace y comúnmente mantiene sobre sí mismo (...) indica la extensión en la que se cree a sí mismo capaz, próspero y meritorio" es entonces un juicio acerca de la propia persona y podemos medirla mediante actitudes o conductas que van a indicar si existe una autoestima elevada o baja y allí podemos ver qué tanto nos queremos o qué tanto nos detestamos. 

Las personas con autoestima elevada reconocen sus virtudes y disfrutan ser como son, también reconocen cuando cometen errores y establecen estrategias para resolverlos, asumen riesgos y el miedo los moviliza, suelen ser creativos y originales, proyectan afecto por sí mismos, se interesan por servir a otros, se esfuerzan por lograr sus objetivos, manejan adecuadamente sus emociones, son asertivos, no le temen a lo que otros puedan decir sobre ellos, suelen ser excelentes líderes y se hacen responsables de las consecuencias de sus actos. Aunque parece que describí a alguien "perfecto", una persona con un nivel de autoestima demasiado elevado podría llegar a sobrevalorar sus propias virtudes, ya que enaltece cada aspecto de sí mismo, y esto pasa a ser negativo cuando llega al punto de colocar estas cualidades por encima de las de otros, aquí sí estaríamos hablando de egocentrismo, que es un indicador de inmadurez emocional. 

Una autoestima estable nos permite reconocer las propias virtudes, aprobarlas y también reconocer nuestros defectos sin ser autolesivos consigo mismos, tratando de mantener una visión equilibrada acerca de lo que pensamos que somos, por más que existan situaciones donde haya tristeza, las personas con autoestima estable experimentan emociones displacenteras sin dejar que afecten significativamente el valor que se dan a sí mismo, al contrario, es una forma de autoconocimiento que le dará la oportunidad de crecer espiritualmente, tratando dentro de lo posible de evitar ser arrogante o dañar a otros con sus actitudes.

Por otro lado, las personas con autoestima baja suelen presentar otras características de personalidad que afectan cada área de su vida, tornándose difícil la interacción social, el decir lo que piensan, sienten culpa por algún error aunque sea pequeño o culpan a otros de sus errores, suelen aislarse, no manejan adecuadamente sus emociones, son poco arriesgados, tienden a depender de otros, son pasivos y pesimistas por excelencia, le temen a la evaluación que otros hagan sobre ellos, mantienen pensamientos negativos acerca de quienes son y desconocen sus capacidades, se dan por vencidos con facilidad y en general no se sienten a gusto con quienes son. Las consecuencias de una autoestima baja incrementan la vulnerabilidad a la depresión, afecta la sociabilidad y debilita el sistema inmunológico e impide el mantenimiento de emociones positivas.

Entonces, la autoestima y el nivel de esta va a constituir el valor que tiene la persona de sí mismo, en cambio, lo que conocemos como autoconcepto tiende más a "la opinión que una persona tiene sobre sí misma y que está asociado a un juicio de valor positivo o negativo, que se forma a través de la interacción social, tanto a partir de la propia observación como de la imagen que los demás tienen de él (o de la imagen que parecen tener, en función de su comportamiento)", estos conceptos tiene que ver con nuestro Yo Real y Yo Ideal, siendo el primero "lo que soy aquí y ahora" o "lo que soy realmente" y el segundo "qué y cómo me gustaría ser", es decir, los atributos que nos gustaría poseer. También, de acuerdo con la teoría cognitiva, se habla de un Yo Obligado que tiene ver con los atributos que creemos poseer, "qué tengo la obligación de alcanzar"

Hay estudios que indican que las personas que mantengan una discrepancia entre el Yo Ideal y el Yo Real padecerán tristeza y sentimientos de inseguridad, mientras que la discrepancia entre el Yo Real y el Yo Obligado producirán activación, agitación y ansiedad. Además, se sostiene que el autoconcepto puede modificarse de acuerdo con situaciones externas, ya que la experiencia y los cambios nos llevan a asumir nuevos roles, lo que va a influir en nuestra identidad social. 

¿Ya sabes qué tan cerca está tu Yo Ideal de tu Yo Real?

Por último, la autoeficacia va a componer otra dimensión de quienes somos, ya que trata específicamente de la evaluación de las capacidades personales, es decir, qué tan capaz somos de llevar a cabo una tarea, que no quiere decir sentirnos a gusto con ella. Podemos ser eficaces haciendo algo que realmente no nos gusta hacer, por esto, el quererse a sí mismo es un compendio de actitudes y conductas que no sólo están influenciadas por lo que somos realmente sino también por lo que nuestro entorno y personas significativas piensan de nosotros, además de la percepción de las propias capacidades. 

Si aún no sabes qué tanto te quieres, qué opinas de ti (y qué piensan otros) y qué tan capaz eres, comienza tratando de separar lo que es tuyo y lo que opinen los demás, que si bien va a formar parte de tu autoconcepto, lo adecuado es equipararlo con la realidad, tal como puedes hacerlo percibiendo tus capacidades y dándote cuenta que no siempre lo malo o lo bueno que crees de ti, es así.

viernes, 7 de agosto de 2015

¿Irresponsable yo?





Es muy probable que en algún momento de nuestras vidas hayamos dicho algo que no hicimos, le prometimos a alguien que contaría con nosotros de forma incondicional, casi sin importar hora o fecha, pero fallamos, todo quedó en palabras. Así como también hemos tomado acciones que claramente afectan a otros, y aún así no dejamos de hacerlo. Ciertamente, algunos acontecimientos no son tan vitales y los dejamos pasar, pero ¿qué sucede cuando actuamos constantemente de forma irresponsable? ¿Cómo recuperar la confianza que nos dio el otro? Es una tarea complicada, que no sólo requiere tiempo sino también una disposición que siendo habitualmente irresponsables, no tenemos. 

A nadie le gusta que le digan que es un irresponsable, y quienes lo admitan libremente, quizá estén siendo sarcásticos. Es un golpe al ego que otro nos lo diga y casi de inmediato nos excusamos y damos una larga explicación del por qué no pudimos cumplir, los irresponsables son los magos de las excusas: "¿irresponsable yo? Para nada, lo que pasó es que mi perro se enfermó, mi novia me dejó y había paro de transporte ese día" y muchas veces aceptamos esas explicaciones aunque parezcan falsas y hasta las justificamos: "sí, a cualquiera le pasa" y está bien, puede que sí, pero ¿qué pasa entonces si se vuelve frecuente? Ya se le murió casi toda la familia, ya no tiene perro, tampoco tiene novia y el transporte volvió a la normalidad, aún así, continúan las excusas, ahora más elaboradas y hasta más "veraces", ¿podrías confiar en alguien así?

Ser irresponsable se presenta como un rasgo de personalidad, que sí, podría ser patológico debido a su frecuencia y afectará significativamente el entorno de esa persona. Aún así, como bien dije, es probable que alguno de nosotros alguna vez haya incurrido en una falla y haya pecado por irresponsable; el punto básicamente es tratar de ser coherentes entre lo que decimos -prometemos- y hacemos para disminuir la cantidad de conflictos que este tipo de conducta pueda generar. Es común que alabemos a aquellos que son responsables y consideremos esto una virtud, ¿qué tal estaríamos si imitáramos un poco esta conducta? Mucho mejor ¿no?

Una de las características más obvias en las personas irresponsables es que tienen un historial de fallas que incluyen mentiras y que muchas veces son fáciles de detectar, esto afecta sin duda alguna el nexo que exista con esa persona y se va haciendo más frágil hasta que se rompe. El mayor problema del irresponsable es adoptar una postura "relajada", como diríamos en Venezuela, alguien "light", que todo lo hace a último momento, convirtiéndose así en un excelente procrastinador. Y por supuesto, debido a esta falta de previsión o meditación, podría salir todo mal, aunque sabemos que muchos de ellos, mágicamente se salen con la suya. 

Es justo esa sensación de "buena suerte" la que no le permite al irresponsable dejar de ser así, porque considera que no hace falta planificar y que como vaya viniendo, va viendo. Si bien planificar demasiado no garantiza el éxito de lo que queramos hacer, es prudente tratar de disminuir la mayor cantidad de posibles errores ante esa decisión importante o ese nuevo proyecto que queremos emprender. Si no existe un plan en nuestra mente, lo más probable es que todo sea improvisado y por lo tanto, habrá mayor espacio para fallar.

Otra característica del irresponsable es la dificultad para decir no, por eso muchos podrían parecer irresponsables no porque quieren sino porque se comprometieron a hacer varias acciones que no pudieron cubrir. Tenemos limitaciones y hay que reconocerlas, si te citas con dos personas a la misma hora en diferentes lugares, a alguna le vas a incumplir pues es evidente que no podrás estar en ambos sitios al mismo tiempo. Las recomendaciones son simples: organizar las tareas fijando horarios tentativos, saber si existe la posibilidad real de cumplir, ser más previsivo, establecer prioridades y si aún así la situación se escapa de tus manos, comunicarlo apenas lo notes, seguro el otro entenderá.

Volver a confiar en alguien que constantemente te falla y le falla a otros, es una tarea, para muchos, imposible. Resulta más fácil y cómodo alejarse de estas personas, pero puede que en algún punto comprendan que su actitud ante ello no sólo los afecta directamente sino que también daña a su entorno. Nadie cambia porque otro se lo pida, así que toca observar cómo el irresponsable aprende de su experiencia y de aquello que las personas más significativas le hagan saber (es a los únicos que va a escuchar) y sólo teniendo evidencia de un cambio concreto, puede que valga la pena confiar otra vez. 

Si eres tú el irresponsable, trata de colocarte en los zapatos del otro, piensa cómo te sentirías si te dicen que harán algo por ti y no lo hacen, reflexiona acerca de las veces que les has fallado a quienes aprecias, recuerda las "mentiras blancas" que dijiste y que se hicieron tan grandes que ya no te pudieron creer más y la confianza que perdiste por algo tan simple como hacer lo que dijiste que harías. Revisa las consecuencias, vale la pena intentarlo.