sábado, 10 de octubre de 2015

El miedo al fracaso




El fracaso representa aquello que queremos evitar a toda costa al iniciar un proyecto o tomar una decisión importante, hemos sido educados para no fracasar, para resaltar y ser notables desde pequeños; hacerlo mal implica castigo y posteriormente sentimientos de inseguridad, frustración y una percepción negativa y catastrófica de lo que vendrá. El miedo es una de las emociones primarias y también hemos aprendido a rechazarlo, de modo que experimentarlo se convierte en un caos afectivo, acompañado de síntomas desagradables que te inmovilizan o te llevan a actuar de forma impulsiva sin que haya tiempo de pensar qué sucede y cómo resolverlo. 

El miedo, el estrés, la angustia, la ansiedad tienen mucho en común: duelen. Este dolor es catalogado como psicológico, es decir, proviene de la percepción y valoración que le damos a esa situación/cosa/persona que nos resulta agobiante y perturbadora, donde en muchísimos casos deriva en reacciones psicosomáticas y allí nuestro cuerpo comienza a padecer síntomas claros que nos llevan a buscar ayuda médica en primer lugar sin resolver además nuestra actitud ante el síntoma. 

Entonces, el temor a fracasar desencadena un estado ansioso que nos arropa y podría llevarnos a evitar hacer lo que queríamos hacer sólo porque "podría salir mal", ¿no es esta una posibilidad en todo aquello que queremos iniciar? y que sea posible, no siempre lo hace probable, además ¿qué es lo peor que podría pasar? ¿Equivocarnos? ¿Y cuál es el miedo? Aceptar que no somos perfectos y estamos expuestos a equivocarnos es una forma de afrontar ese miedo a fallar, no es igual exigirte excelencia que obligarte a ser perfecto, convirtiéndote en tu propio verdugo y llevándote a sufrir innecesariamente.

¿Qué sucede y qué hacer cuando hay miedo al fracaso?

El miedo a fracasar se incrementa con cada vez que nos exigimos que todo salga perfectamente bien, sin errores, revisar compulsivamente cada detalle hasta sentirnos satisfechos, a fin de eliminar esa ansiedad por hacerlo mal y aún viéndose presentable lo que hicimos, queda esa sensación de "¿qué me faltó?" y continúa la espiral de pensamientos negativos, ya no sólo por el temor a fracasar sino también por el temor a ser evaluados, a que otro lo cuestione y menoscabe nuestra autoestima. 

Sí, siempre se trata de la autoestima. Cualquier miedo que experimentes, no importa a qué, si sale bien te sentirás afortunado, feliz, contento y regocijado pero si no sale tan bien, eres el peor, el torpe e ineficiente. Basta de extremos, reconozcamos que si salió bien fue justamente producto de ese miedo que te movilizó, que en algún momento te sentiste seguro y dijiste "ok, lo haré" y si no salió tan bien, no quiere decir que eres lo peor que existe, simplemente tu miedo ganó y actuaste a su favor. 

Para vencer el miedo, hay que aceptarlo. Si no entendemos que es una emoción importante para la vida, no sabremos qué hacer cuando aparezca; no eres débil por sentir miedo, eres humano. El fracaso es una posibilidad, nosotros nos encargamos de disminuir la probabilidad de ocurrencia, ¿cómo hacerlo? confiando en nuestra capacidad, aunque el miedo esté allí, que sirva de motor porque no hay riesgo que no lleve implícito el temor a fallar.

Los riesgos se toman o se dejan, sin arrepentimientos. Cuando llegue el momento de tomar una decisión importante, aún enumerando sus consecuencias sigue siendo un riesgo pues desconocemos el resultado final, no importa cuánto lo imagines, lo bueno, lo malo, lo no tan bueno y lo no tan malo. Por supuesto, hay situaciones que inevitablemente tendrán un resultado nefasto, como por ejemplo cruzar una avenida donde hay vehículos en movimiento sin mirar a los lados. 

La ansiedad no es tu enemiga, a menos que la percibas así. En muchas ocasiones las respuestas ansiosas son inevitables e involuntarias, esa descarga de adrenalina y esa aceleración de los latidos de nuestro corazón, la boca seca, el caminar de un lado a otro, el estómago protestando y la respiración descontrolada..."listo, estoy ansioso, esa odiosa que no me deja vivir". Recuerda: no viene de afuera, viene de ti, es tuya y sólo tú puedes darle la orden para que cese. Hazle frente a ese pensamiento negativo, respira profundo aunque al principio cueste, toma asiento y piensa que es temporal, que va a pasar. 

Aprovecha tus miedos, aprende de ellos. Es muy probable que una vez reconociéndolos tu vida se haga más llevadera, nuestros miedos son los mejores maestros de vida, aprender de ellos significa descomponerlos, tolerarlos y restarles valor, mirarlos desde otra óptica y al final decir "mi miedo me ayudó a seguir"


Si ya sabes a qué le temes, haz dado un paso gigante. Ahora lo que sigue es ver un poco más allá del miedo, que te lleve a actuar, no importa que falles, siempre puedes volver a intentarlo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario