sábado, 28 de noviembre de 2015

La decepción: lo bueno, lo malo y lo feo.




En algún momento alguno de nosotros ha sido engañado por otro, sin importar el nivel de relación o confianza que se haya tenido con esa persona. Comúnmente experimentamos este sentimiento en las relaciones con amigos, familiares o pareja. Del uno al diez, más bien un once podría indicar el dolor psicológico que provoca decepcionarse de un ser querido, de quien esperabas respeto, honestidad, compresión y algún otro valor que considerabas existía en él, ahora, como no todo podemos controlarlo, el resultado de tantas expectativas fue nefasto y obviamente, decepcionante.

Conocer a alguien implica una intención activa y constante, sin llegar a niveles de la CIA o el FBI, es importante tratar de comprender el entorno en el que se desenvuelve el otro, cómo reacciona ante ciertos eventos y sobre todo la calidad de las relaciones que mantiene con los demás, incluyendo desconocidos. ¿A qué viene esto? pues teniendo una media verdad acerca de cómo es el otro, las expectativas podrán ajustarse mejor a la realidad. Sí, expectativas tenemos de todo y de todos, es una característica que nos define como seres sociales que nos relacionamos constantemente con nuestro ambiente. De esta manera será posible predecir si vale la pena o no arriesgarse a profundizar la relación, iniciar un nuevo proyecto, comenzar un negocio, entre otras decisiones que están sustentadas en el nivel de confianza y al mismo tiempo, en las expectativas de cada uno de los involucrados.

Vale decir que en esto no siempre se tiene éxito, por más observadores, en ocasiones afrontamos problemas a partir de la emoción o de una razón ciega y tomamos decisiones equivocadas, elegimos mal a ese amigo o a esa pareja, le dimos mucho de nuestro espacio y nuestro ser a ese familiar que no supo valorar la ayuda brindada o le abrimos la puerta de nuestra casa a alguien que parecía amable y resultó todo un desastre. Cuando la decepción llega, nacen miles de interrogantes que van rondando nuestra mente, agotando nuestras energías y dañando cada espacio vital, donde damos vueltas y más vueltas en torno a un "¿por qué -me- hizo esto?"

Lo bueno

Decepcionarse de alguien te hace despertar de ese letargo en el que te encontrabas acerca de tu apreciación sobre la personalidad del otro, te obliga a mirarlo tal como es, sin adornos y sin justificaciones. Permite que incluso puedas perdonar y soltar a tiempo una relación que te estaba llevando al fracaso, además de que puedes identificar en ti cuáles fueron tus fallas y si estas potenciaron el mal comportamiento del otro, es decir, te hace responsable de lo que vino de ti y borra las expectativas que creaste en base a un ideal que tenías sobre esa persona. La mayoría de las veces idealizamos tanto a alguien que esperamos más de lo que puede darnos y si te decepcionas de lo que creías que había y ahora descubres que te gusta (o no) más lo real y no lo ideal, ya no será tan decepcionante.

Lo malo

El malestar que genera descubrir que el otro no es lo que pensábamos, que cómo fue capaz de hacer lo que hizo y sobre todo, lo peor para el ego: ¿por qué a mi?, es de los sentimientos más incómodos y poco tolerables, sobre todo porque sobrevienen ideas cargadas de negatividad y culpa, autoagresión a nuestra propia autoestima y olvidar casi por completo que aunque el problema pudo haberse encontrado en nuestras expectativas, no es la causa del mismo; sin embargo, lo que viene puede ser peor porque nace una especie de barrera y un "vivir sin esperar nada de nadie" o "esperando siempre lo peor" que activa los mecanismos de defensa al punto de evitar relacionarnos para no ser heridos nuevamente. Aunque parezca tan natural como que si te muerde un perro no querrás volver a tocar uno, sugiere una generalización que podría alejarnos de alguien que sí vale la pena pero que de antemano le cerramos la puerta en la cara.

Lo feo

El aprendizaje es aquello que nos permite evolucionar o involucionar como personas, ¿por qué? porque al decepcionarnos de alguien lo que mayormente surge es la necesidad de colocar filtros y más filtros al momento de dejar entrar a alguien a nuestro espacio, es allí donde nuestros prejuicios cobran vida y se hacen más fuertes, alejándonos más, rechazando más, evitando más y aumentando el miedo, el resentimiento y la negatividad. Lo más común será escuchar personas lamentándose una y otra vez de lo horrible que fue confiar y ser traicionado, engañado y decepcionado por esa persona a la que consideraba leal, única e irrepetible. 

Y ahora, lo menos feo

Un aprendizaje significativo va más allá de una respuesta obvia ante un evento en particular -tal como el ejemplo de ser mordido por un perro-, porque de cualquier modo indica que se profundiza la experiencia, al punto de reconocer, identificar y modificar posturas habituales que te llevaban una y otra vez a confiar o a esperar demasiado y además darle la vuelta a esos filtros, convirtiéndolos en límites sanos que te dejen ser y dejen ser al otro. 

Las decepciones no van a terminar, seguirás esperando demasiado de quien probablemente te dé poco, pero mientras más lo aprendas, disminuirá su frecuencia. Ya no será tan doloroso, ya no será tan decepcionante.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Parejas inseguras





Socialmente, tener pareja podría ser considerado un logro, amigos y familiares se contentan (no todos) cuando algún ser querido encuentra al amor de su vida, a su media naranja; es tanto así que se convierten en público de la misma, estando atentos a todos los cambios que se susciten, y teniendo muchas veces un comportamiento empático alegrándose porque el otro encontró novia, se casó o será padre. Sin embargo, aunque suene muy bonito, el entorno por más que constantemente tenga interacción con la relación de pareja, no siempre es posible conocer de primera mano qué ocurre dentro de la relación, cómo funciona y por qué aunque "parezcan felices" muchas veces no lo son.

Que veamos miles de fotos en las redes sociales, mensajes extensos de amor eterno y rendición de cuentas en nuestra presencia, no siempre representa una característica positiva en algunas relaciones. ¿Qué significa esto? que como socialmente es reforzado este tipo de comportamientos, las parejas inseguras tenderán a cuestionar la funcionalidad de su relación: "si no subes una foto conmigo al Facebook o al Instagram es porque no me quieres", "si no me dedicas un tweet, quiere decir que tienes otra", "¿Qué haces viendo a esa chica? ¿Ya no te gusto?", "¿Por qué no me dices que me quieres?" y así, una larga larga lista.

La inseguridad personal es una característica de la autoestima baja, que sin duda hace más vulnerable a cualquiera que la sienta, provocando pensamientos negativos sobre sí mismo, desconfianza y hasta rechazo, y se percibe en todas las áreas de la vida de esa persona ya que forma parte de su personalidad. Específicamente en las relaciones de pareja, la inseguridad de uno o ambos puede acabar lentamente con esa unión, dando paso a comportamientos inadecuados que irán cuestionando los motivos por los cuales decidieron iniciar una relación y llevándolos a distanciarse emocionalmente hasta que la ruptura es casi inevitable.

Ser una persona insegura proviene principalmente de apegos malsanos durante la vida con personas significativas, empezando por la madre y hasta los amigos del colegio, alguien que se ha percibido durante muchísimo tiempo como desprotegido, sin apoyo y sin merecedor de afecto, tenderá a comportarse de manera insegura, necesitando constantemente la aprobación de otros para sentirse atendido e importante. Si bien la búsqueda de atención y la necesidad de reconocimiento es parte de ser humano, la inseguridad que pueda experimentar alguien hacia su entorno se manifiesta con mayor frecuencia, dañando cada espacio vital y generando que el sentimiento de soledad se haga presente y sea intolerable, incluso predisponiéndolo a padecer trastornos del estado de ánimo como la depresión.

Por otro lado, serán las creencias y conocimientos aprendidos de la relación de pareja que tuvieron nuestros padres (u otra representación de la pareja en la familia) las que van a servir como modelo, un modelo que es posible repetir, para bien o para mal. Si tuviste una madre moralista, muy conservadora, de valores rígidos y que ha dicho siempre cosas como "llegar virgen al altar es sinónimo de pureza. Toda mujer decente debe salir de su casa de velo y corona" junto a un padre que aprobaba lo que decía su esposa, dando fe de que "ella en su juventud fue intachable, una mujer de un solo hombre"... y pare de contar, crecerás creyendo esto con firmeza, trasladándolo a tus relaciones interpersonales y posteriormente a la de pareja, donde si te encuentras con un hombre que no cree en el matrimonio o lo ve innecesario o en el caso de ellos, una mujer sumamente liberal, sufrirás inevitablemente. Cabe decir que casarse no está mal, es una decisión que toma la pareja para darle legalidad y simbolismo religioso a su relación, el problema radica cuando se exige como "sello de seguridad", cuando realmente el matrimonio no es un indicador de felicidad.

¿Y cómo son las parejas inseguras?

Las parejas inseguras mantienen un comportamiento hipervigilante, de tipo acosador, suelen ser muy celosos y con frecuencia invaden el espacio personal y la privacidad de su pareja, quieren tener el control porque sienten miedo, mucho miedo a ser abandonados, a que no les tomen en cuenta y encontrarse solos, sin ese apoyo que tanto anhelaron tener, es decir, tienen rasgos dependientes y cuando son ambos, se habla de co-dependencia afectiva: ninguno puede hacer algo sin el otro, están constantemente atentos a los movimientos de su pareja, con quién salen, para dónde y exigen explicaciones detalladas de situaciones sociales, laborales o familiares. Lo que no saben este tipo de parejas es que estos comportamientos repetitivos traen consigo conflictos importantes dentro de la relación, fracturándola, haciéndola débil y convirtiendo el vínculo en un calvario; se desgasta y se agota el afecto, ya no hay confianza y el sentimiento se va transformando en resentimiento y desprecio.

En cambio, una pareja segura no está viendo fantasmas donde no los hay, reconoce que estar con el otro fue su decisión y confía no sólo porque ha observado que su pareja "no parece andar en algo raro" sino también porque se ha interesado en conocer con quien está y sabe qué puede esperar y qué no, dando así un toque realista a la relación dentro del enamoramiento. La pareja segura asume con madurez su relación, planteándose metas en común y sin abandonar su propia individualidad por el otro, es un esfuerzo compartido, sin ataduras ni imposibles. 

Uno de los temores más comunes en las parejas inseguras es que les sean infieles. ¿Miedo a que sea infiel? ¿Para qué? en términos de utilidad no tiene demasiado sentido: tu pareja puede ser infiel (de que es posible, es posible) pero la probabilidad de que lo sea depende de la cohesión que exista entre ambos, de los valores que comparten, del nivel de compromiso. Si estos aspectos se revisan, la pareja funciona sin dificultad, haciéndola más estable y segura. Si necesitas convertirte en algún agente encubierto para tratar de descubrir si tu pareja te es infiel, no sólo no confías en ella, tampoco confías en ti. Proyectamos lo que somos, no hay de otra.

Quien reconozca en sí mismo que posee una autoestima estable no va a tolerar por mucho tiempo las conductas inseguras de su pareja, porque de cierto modo influye en él pudiendo contaminar su propia manera de ser y limitando su crecimiento personal. En pareja se aprende a cuestionar esos paradigmas con los que crecimos, sobre todo con los más rígidos, estimulando y fomentando el acoplamiento entre dos, aumentando la compatibilidad y el nivel de compromiso. ¿La recomendación? Revisa qué sucede con tu autoestima e identifica las conductas inseguras que has tenido con tu pareja, discútelas, cuestiónalas y comienza a hacerlo mejor. A pesar de las diferencias y los desacuerdos, en pareja se crece, se cambia y se puede ser feliz.