miércoles, 11 de diciembre de 2013

Cuando alguien se va




Nadie nos dice cómo debemos reaccionar cuando sepamos que alguien especial (o no tan especial) se va de nuestro lado, de ciudad o de este mundo. Los profesionales de la salud mental hacemos recomendaciones para tratar de guiar a otros a sobrellevar pérdidas, aún así, ninguno hemos acertado con la "fórmula perfecta" y esto es, por supuesto, porque no hay una forma específica de decirle a otro cómo vivir, cuando es obvio que cada quien vive de acuerdo con su propia experiencia.

Conocemos "el duelo" como aquél proceso posterior a una pérdida (aunque hay duelos que se viven antes de lo inminente) que quisiéramos evitar a toda costa, porque culturalmente, comprendemos que es un sentimiento desagradable, es sentirse triste, agotado, sin esperanzas... y ¿Quién quiere sentirse de esta manera? hasta ese punto es más que comprensible. Ahora bien, es de conocimiento público que "nada es eterno" (ni siquiera el amor a Dios) pero existen personas que confunden esta realidad y están convencidas totalmente de que esa persona que tanto aprecian, no se irá. A ellos me gustaría decirles que no debe haber peor castigo que ser "eterno" o "inmortal" porque la vida es vida por las alegrías y también por el sufrimiento que experimentamos ante cualquier pérdida. Anormal sería no tener capacidad de sentir. 

La muerte ha sido comprendida como algo realmente malo, como un fracaso, es el enemigo con el que convivimos a diario, no importa si estamos enfermos o no. Entre otras cosas, es un término tabú para algunos, nadie quiere hablar de la muerte, porque el temor se apodera del momento, otros dicen que la atraes si hablas de ella, y yo creo que en ocasiones, es adecuado tener una concepción clara de lo que significa para nosotros la muerte, porque a absolutamente todos nos llegará. Claro está, sin ánimos de fomentar la desesperanza. La vida y la muerte están íntimamente unidas desde el día en que respiramos por primera vez, nos guste o no, perderemos a alguien y otros nos perderán a nosotros.

Cuando alguien se va, lo extrañamos incluso más que cuando estaba allí para nosotros, y acá a muchos se les vendrá a la mente que "nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde" y en mi opinión, es real y absurdo a la vez. Real porque cualquiera de nosotros ha vivido una pérdida: la ruptura amorosa, la muerte de un familiar o amigo, perder un empleo, irse del país natal... entre otras, y absurdo porque es seguro que nada es seguro, lo único que nos pertenece es lo que pensamos y sentimos. La gente que ha decidido estar a nuestro lado, ni en vida y mucho menos en muerte, será nuestra.

Aprender ese principio fue algo que me tambaleó un poco, en algún momento fui una persona que creía que otro le podía pertenecer a alguien, pero a medida que fui viviendo pérdidas y sufriendo por ellas hasta la idea de querer regresar el tiempo y hacerlo mejor, comprendí lo irracional que a veces llegamos a ser cuando nos dejamos arrastrar por la pasión. Es inevitable en cierto modo, pero no imposible de enfrentarnos con ello y decir "ya, es hora de dejarlo ir"

Socialmente, suele observarse a quienes muy irresponsablemente le piden a quien sufre la pérdida que "deje de llorar" o que "deje de sentirse triste", suprimiendo un sentimiento que es naturalmente auténtico y sobre todo, aceptable. Adecuado es pedirle a alguien que no ría o se regocije por la muerte de otro y mucho menos, que haga chistes de ello. Esto es hasta tonto, no todos son tan empáticos, muchos responden de manera egoísta ante el dolor ajeno. El mundo ideal versus el mundo real.

Aceptar que alguien decidió irse es la vía menos dolorosa de la pérdida, pero no todos la viven igual, hay quienes se quedan anclados en la negación y en la tristeza o la rabia que esto les produce. Existen personas que hasta el último día de sus vidas, lloran por el tiempo perdido o por aquella persona que prefirió tomar un camino distinto. Por otro lado, hay quienes en su filosofía de vida, creen en el principio del desapego y comprenden que aferrarse a lo que no nos pertenece, sólo va a prolongar el sufrimiento.

Cada proceso de duelo es diferente, tenemos derecho a recordar cuando alguien se va, a hablar de esa pérdida u otro tipo de pérdida, a llorar y sobre todo, tenemos derecho a seguir adelante. No importa cuán difícil lo veas, seguir viviendo hasta que nos toque irnos, es el camino más bonito que se puede escoger. Resulta paradójico como muchos son infelices en vida, y eso para mí, es como estar muerto. 


Aprovecha lo que está a tu alcance, conócete a ti mismo, ríe y llora todo lo que quieras, ama y odia sin que esto te arranque toda tu energía; extraña a esa persona que se fue sin apegarte a ello, diferencia lo real de lo ideal, y más que nada: quiérete, respétate, valórate e inevitablemente, harás eso con los demás.



¿Tienes algo que aportar a este post? Déjame tu comentario.