sábado, 29 de agosto de 2015

El primer amor... ¿Realmente se olvida?



Resulta común escuchar entre la gente que cuando jóvenes tuvieron un primer amor, alguien que "les enseñó a amar", por quien sintieron por primera vez eso que llaman amor. Describir el amor sería alterar su esencia, ya que por ser un sentimiento, cada persona lo experimentará de acuerdo con sus creencias acerca del mismo y otros simplemente lo van a sentir sin llegar a identificar por qué o cómo es que se siente así. En este sentido, es posible que existan características similares entre la mayoría de las personas sobre cómo fue el primer amor y sin duda, algunos dirán que pudieron olvidarlo, otros lo recuerdan como si hubiera sido ayer y hay quienes incluso expresan no haber conocido aún el amor.

Hay muchas formas de ver expresado el amor, no sólo cuando tenemos pareja, sino también el amor hacia padres, abuelos, hermanos, tíos y otros familiares, así como podemos amar lo que hacemos y también existen los filántropos, quienes aman a la humanidad y todo lo que a ella respecta, siendo personas sumamente altruistas y consideradas con el otro, empáticos y desinteresados al momento de brindar apoyo y ayuda siendo placentero para ellos. Ya con esto es evidente que amar podría ir más allá de lo que creemos acerca del amor, que no importa si aprendimos a ver el amor como atadura, es posible transformarlo y comenzar a amar mejor, porque aunque describirlo es subjetivo, el amor no supone en sí ser un sentimiento displacentero. Universalmente, el amor indica unión, afecto y entrega hacia algo o alguien.

¿Cómo hablar del primer amor sin haberlo conocido? Sería una tarea bastante complicada, y hay quienes tratan de rememorar si en verdad existió, si realmente lo conocieron, mientras otros se preguntan si algún día van a olvidarlo. El olvido en sí no es olvido, simplemente no nos detenemos a recordar y hay muchísima información almacenada en nuestra mente a la que no accedemos de manera consciente, a menos que intentemos enfocar y traer el recuerdo, siendo nuestra no muy exacta memoria la encargada de indicarnos si algo fue así. Sin embargo, el sesgo de memoria es inevitable y la mayoría de las veces alteramos los recuerdos, haciendo una sobrevaloración de los mismos u omitiendo muchos detalles, y está bien, olvidaremos palabras y algunos rostros, pero pocas o ninguna vez olvidaremos cómo nos sentimos con alguien.

La memoria emocional se activa ante cualquier estímulo que podamos asociar con esa experiencia pasada, estas experiencias tienen la característica de haber sido muy intensas y vívidas, por lo que el recuerdo podría ser tal como encontrarse nuevamente en la misma situación. Será entonces la memoria emocional quien despierte los recuerdos acerca del primer amor, aunque no sea cada día a su lado, serán los momentos más significativos: esas tonterías que hicieron juntos, los riesgos que decidieron tomar "por amor", los besos, las caricias y hasta hacer el amor, sensaciones que fueron únicas e incomparables por más que hayas encontrado una nueva pareja y consideras que es "mejor" que esa persona, recuerda que en tu tiempo presente puede ser mejor, pero en el pasado el "mejor" era tu primer amor.

En muchas ocasiones, el primer amor no siempre fue cálido, bueno, afectuoso y feliz, por el contrario, fue dominante, castrante, invasivo y maltratador, mantiéndote atado, sin voz para expresarte y atrapado en un círculo de dependencia que no sabías abandonar. El primer amor pudo ser tormentoso en todo el sentido de la palabra, pero es el mejor referente que tienes para reestructurar lo que entiendes por amor y cómo relacionarte nuevamente aunque esté latente el miedo a sufrir. Amar a alguien sin miedo a perderlo (debido a esa falsa ilusión de que lo "tenemos") podría conllevar a tener conductas que no te inviten a esforzarte por estar a su lado, a creer que como sabe que le amas y te ama, va a permanecer pase lo que pase; es muy probable que ese miedo a perder al ser amado sea lo que nos impulse a hacer lo que esté a nuestro alcance para que no suceda; somos el anfitrión de nuestra pareja, le damos y mostramos quién somos realmente con la intención de que se sienta cómoda y no se vaya de nuestro lado.

De cierto modo existe un apego hacia la pareja, este apego ha de ser un apego sano, seguro y libre de sufrimiento, que sientas miedo a perderlo no siempre significa que vayas a actuar de forma desesperada y sumisa, complaciéndole en todo sólo para que no se aleje. No. Se trata de internalizar una realidad: la relación no es eterna (nada lo es) y desconocemos el tiempo que estaremos a su lado, es decir que es posible que "lo perdamos", pero nos vamos a encargar de disminuir la probabilidad de ocurrencia. Lo amaremos bien, para que se sienta bien y no decida irse. ¿El amor todo lo puede? Eso creen muchos, en mi opinión hace falta algo más que amor, quien por sí solo es un sentimiento y que si no va acompañado de acciones coherentes con lo que se dice, no importa cuánto amor digas sentir, si el otro no lo percibe, es como si no existiera.

¿Crees entonces que realmente olvidamos el primer amor? Si no lo recuerdas, tal vez no lo has conocido o quizá esa o esas relaciones que has tenido no fueron lo suficientemente intensas y por lo tanto, no tan significativas para ti. Algunos aún se encuentran junto a su primer amor, otros decidieron seguir sin él y están felices con alguien más, ¿Pero dejaron de recordar lo que vivieron? no te asustes, no significa que no superaste a tu ex, recordar sin dolor ya es haberlo dejado ir, no olvidarlo es valorar su existencia, porque aunque no estén juntos, fue el ensayo y el error que te permitió ser mejor. Nunca es tarde para conocer el amor, nos enamoramos miles de veces, podemos amar más de una vez y mejor cada nueva relación, porque estamos en constante aprendizaje sobre relacionarnos con los otros, y mientras algunos repiten patrones porque algo deben resolver, otros sanan las heridas, viven el amor y recuerdan sin dolor.

sábado, 22 de agosto de 2015

El miedo a expresarse




El miedo como emoción primaria puede aparecer ante cualquier estímulo, porque sí, el miedo viene de algo externo, a diferencia de la angustia que siempre es interna y a veces confundimos cuando estamos ante algo que realmente nos aterra. Sea lo que sea, el miedo puede paralizarte o movilizarte y la mayoría de las veces no sabemos cómo vamos a reaccionar, pero algo va a pasar.

La lista de miedos o fobias (ansiedad ante un estímulo aversivo) es bastante extensa, sin embargo, el miedo a expresarnos puede aparecer en cualquier momento y no es precisamente una fobia, es más una postura que decidimos tomar ante alguna situación donde actuamos pasivamente o "lo dejamos así" porque queríamos evitar un problema o un daño mayor, y en este punto podría ser beneficioso, aún así, si te habitúas a evitar decir lo que piensas porque temes la reacción del otro o en tu mente fantaseaste con alguna especie de catástrofe, será más el daño que te hagas a ti mismo y repararlo podría llevarse su tiempo.

De acuerdo con tus características de personalidad, si eres una persona introvertida, vas a tender a callar o a ser "cerrado" ante expresiones de tipo emocional e incluso racional; el miedo a ser juzgados, señalados y rechazados te puede llevar a tragarte tus palabras y hasta las lágrimas que quisiste soltar. No porque sea una característica de tu forma de ser, tienes una ventaja, ya que ser constantemente evitativo sólo va a provocar que fracases en algunas áreas, te aisles y pierdas contacto con quienes te importan.

No sólo puedes notar cuando tú sientes miedo a expresarte sino también puedes saberlo cuando a otros les pasa, ¿cómo notarlo? la persona que tiene miedo a expresarse no hace contacto contigo y este contacto puede verse interferido en lo visual, lo auditivo y lo táctil.

En lo visual: no te mira, te mira pero no te atiende o en ocasiones te mira fijamente porque sabe que tiene que verte, pero lo hace por obligación y no porque realmente desee hacerlo.

En lo auditivo: decimos lo que el otro quiere escuchar cuando realmente no pensamos eso, cuando nos impedimos escuchar el punto de vista del otro y esperamos que diga algo que esté en contra de lo que pensamos para atacarlo sin escuchar lo que tiene para decir; cuando estamos en una actitud para ver dónde y en qué se equivoca el otro, cuando únicamente escuchamos las críticas pero no las alabanzas, cuando escuchamos sólo los detalles (forma y no fondo) o en caso contrario, los detalles carecen de importancia.

En lo táctil: evitar el acercamiento o contacto directo con personas es una de las formas más comunes de interrumpir el contacto con el otro. Cuando mantienes una distancia física durante alguna discusión, cuando no quieres que te toque mientras hablan, cuando prefieres no estar en el mismo sitio que el otro.

Estas formas de interrumpir el contacto van a limitar el espacio que tengas para expresarte, lo que sin duda va a aumentar tu miedo a decir lo que piensas y sientes, a comunicar lo que quieres que el otro sepa y llevándote cada vez más a encontrarte más aislado y con menos oportunidades de ser.

¿Es posible recuperar el contacto y perder el miedo a expresarnos? Sí. Existen algunos ejercicios para reestablecer el contacto (los tomé del libro Manual Práctico de Psicoterapia Gestalt de Ángeles Martín), de manera que nos hará más conscientes de nuestro presente, lo que va a disminuir la sensación de miedo, ya que ese miedo aparece por experiencias negativas de hechos pasados o por creer que sucederá lo peor de lo peor, es decir, si te ubicas en el tiempo presente, no habrá espacio para el miedo y podrás decir lo que piensas y sientes. Algunos de estos ejercicios son los siguientes:

Mirar al otro de manera intencionada y no limitarnos o prohibirnos mirar lo que queremos mirar. En ocasiones nos prohibimos mirar al otro disfrutar con la mirada, ya que se le da un carácter negativo cuando no siempre es así. Mientras esto sea recíproco no dará paso a incomodidades por malas interpretraciones de esas miradas.

Mirar y dejarse mirar. Puedes realizar este ejercicio sentado o en movimiento (se recomienda de las dos formas), esto nos permite conocer lo que pasa a través de nuestros ojos y eliminar el sentimiento de vergüenza cuando otro nos mire.

Otros son: elegir y rechazar a través de la mirada, experimentar con distintos tipos de mirada, exponerse a las miradas de los demás mientras nos miran.

Para mejorar el contacto a través del escuchar:

Concentrarse más en la musicalidad o el tono de voz que en las palabras, repetir lo oído para ver si se ha fijado en los detalles y si se ha captado el conjunto, esperar a oír y escuchar lo que tiene que decir la otra persona sin interrumpirla antes de terminar, transformar las preguntas en afirmaciones.

Con respecto al contacto físico:

Tocar y dejarse tocar, ejercicio del "ciego" (funciona para explorar la confianza y la auto-confianza), abrazar, y otros ejercicios de contacto con diversas partes del cuerpo.

El miedo a expresarte podría estar muy bien fundamentado (utilizando la racionalización, que es un mecanismo de defensa), podrías rechazar completamente la situación (negación, otro mecanismo de defensa) o dejarla para después (evitación, una estrategia de afrontamiento) y aunque hagas todo esto, no vas a poder evitar las consecuencias de ello, que podrían abarcan un malestar psicológico e incluso físico (cuando hay somatización) que sólo va a reforzar de cierto modo que continúes callando lo que quieres expresar. 

Lo único que es aceptable evitar es provocar daño a otros, aunque en ocasiones este pueda ser inminente y se escape de tus manos. Cuando puedes decir lo que piensas y sientes, además de ser asertivo y ser libre, estarás actuando de acuerdo con tu forma de ser, donde a pesar de tus defectos, no permites que interfieran en ese contacto con el otro y poder hacerle llegar el mensaje que quieres comunicar. Si lo que dijiste de todos modos hizo sentir mal al otro, ya no tiene que ver contigo. Recuerda que sólo puedes hacerte responsable de lo que piensas, dices, sientes y haces. El mensaje es simple: no te calles, di lo que quieras decir y no tengas miedo a expresarte.

domingo, 16 de agosto de 2015

Queriéndose a sí mismo



Cada uno de nosotros maneja algún concepto de sí mismo, además de un nivel valorativo respecto a cómo creemos ser y lo que en verdad somos. Las personas que nos rodean en general tienen alguna opinión acerca de nuestra conducta o actitudes, de hecho, es común observar lo fácil que es emitir juicios acerca del otro antes de hacerlo sobre sí mismo, y en caso de hacerlo, por supuesto en casos puntuales, encontraremos a alguien que haga hincapié en sus defectos. El egocentrismo se puede detectar con facilidad, y en ocasiones, algunas personas confunden esto con quererse a sí mismo, con que tiene autoestima alta, y tanto en teoría como en práctica, son aspectos diferentes.

Quererse a sí mismo supone hablar de aquello que nos moviliza, de eso que nos gusta hacer y que no importa si toca repetirlo muchas veces, ya que lo disfrutamos. Pero más allá de eso, tiene que ver con la valía personal, con la cantidad y calidad de cariño que me doy y si realmente eso representa afecto o si lo estoy haciendo para complacer a alguien más. El diccionario de psicología de José Gregorio Bello Porras define la autoestima como la "evaluación que el individuo hace y comúnmente mantiene sobre sí mismo (...) indica la extensión en la que se cree a sí mismo capaz, próspero y meritorio" es entonces un juicio acerca de la propia persona y podemos medirla mediante actitudes o conductas que van a indicar si existe una autoestima elevada o baja y allí podemos ver qué tanto nos queremos o qué tanto nos detestamos. 

Las personas con autoestima elevada reconocen sus virtudes y disfrutan ser como son, también reconocen cuando cometen errores y establecen estrategias para resolverlos, asumen riesgos y el miedo los moviliza, suelen ser creativos y originales, proyectan afecto por sí mismos, se interesan por servir a otros, se esfuerzan por lograr sus objetivos, manejan adecuadamente sus emociones, son asertivos, no le temen a lo que otros puedan decir sobre ellos, suelen ser excelentes líderes y se hacen responsables de las consecuencias de sus actos. Aunque parece que describí a alguien "perfecto", una persona con un nivel de autoestima demasiado elevado podría llegar a sobrevalorar sus propias virtudes, ya que enaltece cada aspecto de sí mismo, y esto pasa a ser negativo cuando llega al punto de colocar estas cualidades por encima de las de otros, aquí sí estaríamos hablando de egocentrismo, que es un indicador de inmadurez emocional. 

Una autoestima estable nos permite reconocer las propias virtudes, aprobarlas y también reconocer nuestros defectos sin ser autolesivos consigo mismos, tratando de mantener una visión equilibrada acerca de lo que pensamos que somos, por más que existan situaciones donde haya tristeza, las personas con autoestima estable experimentan emociones displacenteras sin dejar que afecten significativamente el valor que se dan a sí mismo, al contrario, es una forma de autoconocimiento que le dará la oportunidad de crecer espiritualmente, tratando dentro de lo posible de evitar ser arrogante o dañar a otros con sus actitudes.

Por otro lado, las personas con autoestima baja suelen presentar otras características de personalidad que afectan cada área de su vida, tornándose difícil la interacción social, el decir lo que piensan, sienten culpa por algún error aunque sea pequeño o culpan a otros de sus errores, suelen aislarse, no manejan adecuadamente sus emociones, son poco arriesgados, tienden a depender de otros, son pasivos y pesimistas por excelencia, le temen a la evaluación que otros hagan sobre ellos, mantienen pensamientos negativos acerca de quienes son y desconocen sus capacidades, se dan por vencidos con facilidad y en general no se sienten a gusto con quienes son. Las consecuencias de una autoestima baja incrementan la vulnerabilidad a la depresión, afecta la sociabilidad y debilita el sistema inmunológico e impide el mantenimiento de emociones positivas.

Entonces, la autoestima y el nivel de esta va a constituir el valor que tiene la persona de sí mismo, en cambio, lo que conocemos como autoconcepto tiende más a "la opinión que una persona tiene sobre sí misma y que está asociado a un juicio de valor positivo o negativo, que se forma a través de la interacción social, tanto a partir de la propia observación como de la imagen que los demás tienen de él (o de la imagen que parecen tener, en función de su comportamiento)", estos conceptos tiene que ver con nuestro Yo Real y Yo Ideal, siendo el primero "lo que soy aquí y ahora" o "lo que soy realmente" y el segundo "qué y cómo me gustaría ser", es decir, los atributos que nos gustaría poseer. También, de acuerdo con la teoría cognitiva, se habla de un Yo Obligado que tiene ver con los atributos que creemos poseer, "qué tengo la obligación de alcanzar"

Hay estudios que indican que las personas que mantengan una discrepancia entre el Yo Ideal y el Yo Real padecerán tristeza y sentimientos de inseguridad, mientras que la discrepancia entre el Yo Real y el Yo Obligado producirán activación, agitación y ansiedad. Además, se sostiene que el autoconcepto puede modificarse de acuerdo con situaciones externas, ya que la experiencia y los cambios nos llevan a asumir nuevos roles, lo que va a influir en nuestra identidad social. 

¿Ya sabes qué tan cerca está tu Yo Ideal de tu Yo Real?

Por último, la autoeficacia va a componer otra dimensión de quienes somos, ya que trata específicamente de la evaluación de las capacidades personales, es decir, qué tan capaz somos de llevar a cabo una tarea, que no quiere decir sentirnos a gusto con ella. Podemos ser eficaces haciendo algo que realmente no nos gusta hacer, por esto, el quererse a sí mismo es un compendio de actitudes y conductas que no sólo están influenciadas por lo que somos realmente sino también por lo que nuestro entorno y personas significativas piensan de nosotros, además de la percepción de las propias capacidades. 

Si aún no sabes qué tanto te quieres, qué opinas de ti (y qué piensan otros) y qué tan capaz eres, comienza tratando de separar lo que es tuyo y lo que opinen los demás, que si bien va a formar parte de tu autoconcepto, lo adecuado es equipararlo con la realidad, tal como puedes hacerlo percibiendo tus capacidades y dándote cuenta que no siempre lo malo o lo bueno que crees de ti, es así.

viernes, 7 de agosto de 2015

¿Irresponsable yo?





Es muy probable que en algún momento de nuestras vidas hayamos dicho algo que no hicimos, le prometimos a alguien que contaría con nosotros de forma incondicional, casi sin importar hora o fecha, pero fallamos, todo quedó en palabras. Así como también hemos tomado acciones que claramente afectan a otros, y aún así no dejamos de hacerlo. Ciertamente, algunos acontecimientos no son tan vitales y los dejamos pasar, pero ¿qué sucede cuando actuamos constantemente de forma irresponsable? ¿Cómo recuperar la confianza que nos dio el otro? Es una tarea complicada, que no sólo requiere tiempo sino también una disposición que siendo habitualmente irresponsables, no tenemos. 

A nadie le gusta que le digan que es un irresponsable, y quienes lo admitan libremente, quizá estén siendo sarcásticos. Es un golpe al ego que otro nos lo diga y casi de inmediato nos excusamos y damos una larga explicación del por qué no pudimos cumplir, los irresponsables son los magos de las excusas: "¿irresponsable yo? Para nada, lo que pasó es que mi perro se enfermó, mi novia me dejó y había paro de transporte ese día" y muchas veces aceptamos esas explicaciones aunque parezcan falsas y hasta las justificamos: "sí, a cualquiera le pasa" y está bien, puede que sí, pero ¿qué pasa entonces si se vuelve frecuente? Ya se le murió casi toda la familia, ya no tiene perro, tampoco tiene novia y el transporte volvió a la normalidad, aún así, continúan las excusas, ahora más elaboradas y hasta más "veraces", ¿podrías confiar en alguien así?

Ser irresponsable se presenta como un rasgo de personalidad, que sí, podría ser patológico debido a su frecuencia y afectará significativamente el entorno de esa persona. Aún así, como bien dije, es probable que alguno de nosotros alguna vez haya incurrido en una falla y haya pecado por irresponsable; el punto básicamente es tratar de ser coherentes entre lo que decimos -prometemos- y hacemos para disminuir la cantidad de conflictos que este tipo de conducta pueda generar. Es común que alabemos a aquellos que son responsables y consideremos esto una virtud, ¿qué tal estaríamos si imitáramos un poco esta conducta? Mucho mejor ¿no?

Una de las características más obvias en las personas irresponsables es que tienen un historial de fallas que incluyen mentiras y que muchas veces son fáciles de detectar, esto afecta sin duda alguna el nexo que exista con esa persona y se va haciendo más frágil hasta que se rompe. El mayor problema del irresponsable es adoptar una postura "relajada", como diríamos en Venezuela, alguien "light", que todo lo hace a último momento, convirtiéndose así en un excelente procrastinador. Y por supuesto, debido a esta falta de previsión o meditación, podría salir todo mal, aunque sabemos que muchos de ellos, mágicamente se salen con la suya. 

Es justo esa sensación de "buena suerte" la que no le permite al irresponsable dejar de ser así, porque considera que no hace falta planificar y que como vaya viniendo, va viendo. Si bien planificar demasiado no garantiza el éxito de lo que queramos hacer, es prudente tratar de disminuir la mayor cantidad de posibles errores ante esa decisión importante o ese nuevo proyecto que queremos emprender. Si no existe un plan en nuestra mente, lo más probable es que todo sea improvisado y por lo tanto, habrá mayor espacio para fallar.

Otra característica del irresponsable es la dificultad para decir no, por eso muchos podrían parecer irresponsables no porque quieren sino porque se comprometieron a hacer varias acciones que no pudieron cubrir. Tenemos limitaciones y hay que reconocerlas, si te citas con dos personas a la misma hora en diferentes lugares, a alguna le vas a incumplir pues es evidente que no podrás estar en ambos sitios al mismo tiempo. Las recomendaciones son simples: organizar las tareas fijando horarios tentativos, saber si existe la posibilidad real de cumplir, ser más previsivo, establecer prioridades y si aún así la situación se escapa de tus manos, comunicarlo apenas lo notes, seguro el otro entenderá.

Volver a confiar en alguien que constantemente te falla y le falla a otros, es una tarea, para muchos, imposible. Resulta más fácil y cómodo alejarse de estas personas, pero puede que en algún punto comprendan que su actitud ante ello no sólo los afecta directamente sino que también daña a su entorno. Nadie cambia porque otro se lo pida, así que toca observar cómo el irresponsable aprende de su experiencia y de aquello que las personas más significativas le hagan saber (es a los únicos que va a escuchar) y sólo teniendo evidencia de un cambio concreto, puede que valga la pena confiar otra vez. 

Si eres tú el irresponsable, trata de colocarte en los zapatos del otro, piensa cómo te sentirías si te dicen que harán algo por ti y no lo hacen, reflexiona acerca de las veces que les has fallado a quienes aprecias, recuerda las "mentiras blancas" que dijiste y que se hicieron tan grandes que ya no te pudieron creer más y la confianza que perdiste por algo tan simple como hacer lo que dijiste que harías. Revisa las consecuencias, vale la pena intentarlo. 

sábado, 1 de agosto de 2015

Dejándote ir



Existen incontables escritos acerca de soltar o dejar ir situaciones, personas o cosas a las que hemos creado un apego un tanto intenso y muchas veces doloroso. Esta vez quiero hablarles de cuando ya no te interesa un tema, no quieres saber de esa persona, botaste ese regalo que te dio tu primer novio, dejaste de fumar, te quitaste esos kilos molestos de encima... realmente YA. Lo soltaste, lo dejaste ir y ahora te sientes mejor contigo mismo y con tu entorno.

Llegar al punto donde el recuerdo no duele, donde puedes decir "ya no me interesa hablar de eso" porque no te genera ningún tipo de ganancia, eso es dejar ir. Te doy un ejemplo real: te fuiste del país y "terminó pero no terminó" esa relación, sigues conversando todos los días con ella, le cuentas cómo te va, pero aún se quieren y lamentan no estar juntos, ¿Qué beneficio tendrá alargar el sufrimiento que esto produce? - Está bien, ninguno. La dejaré ir, ¿Pero cómo hacerlo? - Tomando en serio la distancia. Es un mito que eres maduro porque no cortaste el contacto con tu ex y ahora son los mejores amigos; si decidieron no estar relacionados, ¿Por qué siguen relacionados? Esto es apego. Me dirás que no es lo mismo ser amigos que ser novios, es cierto, no lo es, pero sigue siendo un vínculo entre dos personas. Se trata de ser coherentes (así toma forma la salud mental) y si rompiste el vínculo, lo que sigue es elaborar el duelo y soltarlo. 

Aunque de momento no lo parezca, el duelo tiene sus ventajas y dejando ir lo que te mantenía ansioso, angustiado, con insomnio y sin apetito, es un beneficio para tu salud física y psicológica. Te permite renovarte, ser otro, adoptar nuevas actitudes y arriesgarte sin miedo; la experiencia previa será sólo un referente en tu vida, no te va a condicionar, no te va enviar un mensaje erróneo "cuidado, te podría pasar lo mismo" porque comprendiste que aún bajo las mismas condiciones, la nueva experiencia será distinta y la vivirás tan pleno como la primera vez que sucedió. No significa que no estarás atento a las consecuencias, es prudente tomarlas en cuenta para saber cuándo parar, pero sin duda, nadie nos enseña a desapegarnos, revivimos ese vínculo en la infancia donde dependíamos de nuestros padres en todo sentido y de acuerdo con esos esquemas es mucho más difícil dejar ir.

Nos aferramos al pasado por comodidad, por miedo a cambiar o miedo a que nos cambien. No tomamos en cuenta que somos reemplazables y prescindibles, aunque ciertamente nadie será exactamente como tú y justo es la razón más común por la que no soltamos y quedamos inmersos en recuerdos acerca de esa sensación que nos producía estar cerca de esa persona. Estar en ese lugar no es igual a estar en la nueva ciudad a la que te mudaste; la comida de aquél restaurante no sabe igual a la del nuevo que te tocó visitar y así muchas comparaciones que nos apegan más a lo que dejamos. Lo positivo se realza, aunque hayas decidido dejar ir por motivos negativos, parece irreal pero no lo es. Comienzas a extrañar hasta lo más mínimo, sólo para sentir que sigue allí. 

Ten cuidado con lo que percibes, podría ser sólo producto de la emoción. La nostalgia es una combinación entre alegría y tristeza, que en ocasiones nos puede confundir y hacernos creer que sí, que queremos volver con nuestro ex, que queremos volver a comer sin parar o que no queremos irnos de nuestra casa, hasta que recordamos por qué decidimos terminar con ese círculo vicioso, ¿Lo recuerdas? Dijiste que te hizo sufrir, que no soportabas la ansiedad por las noches, que los recuerdos hacían daño. Por eso no está, porque es mejor que no esté.

El miedo al fracaso es lo que muchas veces nos limita, esta es otra causa que no permite dejar lo que ya tenemos. Ese tener es claramente subjetivo, porque nada nos pertenece más que nuestros pensamientos, acciones y sentimientos, es eso lo que realmente tenemos. Entonces, ¿Ante qué o quien vas a fracasar si ya no fumas más? ¿Quién te va a juzgar y al final, qué importa si lo hacen? no porque otro considere que tomaste una mala decisión, es una mala decisión. Siempre que te hagas responsable de las consecuencias de tus actos, no habrá culpables externos. No le digas al otro que "no te dejó" hacer esto o aquello, la decisión fue tuya y solo tuya.

Piensa en quien eras hace unos dos o tres años, qué o quiénes estaban en tu vida y cómo muchos de ellos desaparecieron de ella por arte de magia, no lo pudiste notar, se esfumaron, ¿Por qué no te diste cuenta? Porque no era significativo para ti. La valoración que le damos a esas cosas, situaciones o personas es lo que nos mantiene atados a ellas, entonces, allí está el cambio: ¿Qué utilidad tiene seguir dándole valor en el presente a lo que ya no es? Si enfocamos nuestra mirada a lo que vivimos hoy, es más fácil responder esta pregunta y ubicarnos en lo que verdaderamente tiene importancia. Ya dejaste esos kilos de más, ahora haces ejercicios, te alimentas saludablemente y diste un cambio maravilloso, ¿De qué te sirve seguirte lamentando por las burlas que recibías cuando eras obeso? Déjalo ir, ya no está contigo.

"Es muy fácil decirlo", me expresan mis pacientes o cualquier otra persona. No te pido que hagas lo que digo, te pido que hagas lo que dices que vas a hacer. Si no te quieres desapegar, quieres seguir guardando esos viejos regalos que te traen recuerdos incómodos, o quieres seguir hablando del mismo tema dándole vueltas sin aportar solución alguna, hazlo. Es tu responsabilidad. Lo seguro es que no es útil repetirnos que vamos a dejar de hacer y seguimos actuando exactamente igual. ¿Cuál es la clave? "actuar como si", esta técnica puede modificar ese paradigma que sigue rondando tu mente; no te lo digas, hazlo. Actúa como si esa persona no existiera, actúa como si no fueras un fumador, actúa como si ese problema no te importara... Comienza a sentir que está sucediendo, y sucederá.