martes, 16 de junio de 2015

Las ventajas del duelo






El duelo, en su etimología, está relacionado con el dolor. El duelo, duele, y justamente se suele creer que hay que evitar el sufrimiento, que el dolor es negativo y lo correcto es mantenerse “fuerte” aún en la adversidad. Poco nos enseñan que cualquier proceso de separación o de pérdida, implica dolor (esto lo sabemos) y hay que experimentarlo (esto no lo sabemos) ¿Por qué? Porque consiste en una elaboración interna de cada adiós, de cada “nos vemos pronto” y cuando necesariamente debemos soltar lo que no queremos dejar ir. En este sentido, el duelo presenta algunas etapas comunes en la mayoría de las personas: negación, ira, tristeza, negociación y aceptación. Cada una de ellas va a ser afrontada de acuerdo con los recursos psicológicos de cada quien, es decir, su capacidad para atender, comprender y regular emociones, su nivel de criterio, la forma en la que se relaciona con los otros, su capacidad de adaptabilidad, necesidades afectivas, creencias acerca del abandono o la soledad, autoanálisis, la tolerancia a la frustración, su concepción de apegos y la manera en la que es capaz de reconocer sus fallas y convertirlas en oportunidad de crecimiento. 

Nos han educado contra la aceptación del dolor, porque sentirlo es sinónimo de desgaste y es una amenaza a nuestra integridad psicológica. No necesariamente es así. Entre las ventajas del duelo, tenemos: 

Nos permite re-conocernos mejor y mirarnos en “las malas”: y también, cómo nos defendemos cuando nos tocan el tema de la ruptura o de haber emigrado, cuando insisten en recordarnos la muerte de ese ser querido y lo evitamos retirándonos del lugar o haciéndonos los sordos, cuando la tristeza es tanta que sólo nos echamos a llorar pero una vez pasa, comprendemos que fue tan malo. 

La evitación es una estrategia que conductualmente podría ser positiva (me retiro, vuelvo y afronto mejor) pero cognitivamente es casi imposible, de hecho, lo que sucede es que comenzamos a reprimir el afecto, bajo la creencia “si no me permito sentir, no voy a sufrir” y por más lógico que parezca, las emociones tienden a mostrarse por alguna parte. Lo que no dices tú, lo dice tu cuerpo y/o alguna conducta que otros sí van a observar aunque insistas en negarlo. 

Nos acerca más a la realidad de la pérdida de ese algo o alguien. Quieras o no, te obliga a ver de la forma más cruda que lo que estuvo ya no está, por decisión propia o del otro. Cuando terminas una relación de pareja, por ejemplo, esa ruptura inevitablemente desencadena un proceso de duelo y es natural que duela separarse de la persona que amas, pero ahora lo ves mejor. Más real, más concreto. Ya no está la idealización, ahora observas que era posible la ruptura de la relación, sea cual fuere la razón. Cabe decir que esto se alcanza una vez has llegado a la etapa de negociación y aceptación. Durante la negación, la ira y la tristeza podría haber un anclaje al pasado. No has reconocido la ruptura, te molesta que haya sucedido y te entristece la idea de que no puedan retomar la unión. De la misma manera, si te vas del país, si dejas tu casa, si botas a la basura ese jean que tanto te gustaba porque te lo dio tu padre fallecido, el duelo se hará presente. Y así es, presente. Porque vivirlo implica estar en el aquí y ahora, emocionalmente hablando. Tus pensamientos podrán estar fijados en lo que fue o en lo que vendrá, pero la tristeza la sientes justo en ese momento y cada vez que recuerdas, duele. 

Algunas personas luego de experimentar una pérdida, llevan a cabo cualquier conducta que los mantenga alejados de posibles pérdidas. Lo que no saben es que este tipo de estrategias los lleva a actuar de manera que aumenta la probabilidad de perder ese objeto amado (sea cosa, animal o persona) y así, una vez más, se confirma lo doloroso que es sentirse triste por haber dejado ir eso que tanto querías. Otras personas se quedan ancladas en la etapa de negación y sólo consiguen postergar el dolor, pero no evitan que aparezca. En algún momento y de manera súbita, empieza el malestar psicológico y en ocasiones hasta físico, que es la alerta de que hay algo que elaborar. 

Nos separa de aquello que se fue, que dejó de estar. Y así, nos prepara para sentirnos libres para recibir ese nuevo hogar, ese nuevo amor y ese nuevo objeto. Facilitará el vínculo e incluso, podría hacerlo más fuerte y más real: saber que en cualquier momento, no sé cuándo, ya no estará. Pero mientras esté, lo voy a disfrutar. 

¿Ha cambiado tu perspectiva acerca de experimentar el dolor? Si la respuesta es positiva, habrás adoptado una nueva manera de mirar el duelo y cuando vuelvas a experimentar una pérdida, sabrás que aunque es doloroso, te va a permitir conocerte, ser más objetivo y abandonar el apego patológico. Si la respuesta es no, es válido. Será la experiencia la que te indique si tus pensamientos, emociones asociadas y las acciones llevadas a cabo corresponden con un duelo bien elaborado o si te quedaste postergando, negando y evitando el dolor por haber perdido.

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