sábado, 1 de agosto de 2015

Dejándote ir



Existen incontables escritos acerca de soltar o dejar ir situaciones, personas o cosas a las que hemos creado un apego un tanto intenso y muchas veces doloroso. Esta vez quiero hablarles de cuando ya no te interesa un tema, no quieres saber de esa persona, botaste ese regalo que te dio tu primer novio, dejaste de fumar, te quitaste esos kilos molestos de encima... realmente YA. Lo soltaste, lo dejaste ir y ahora te sientes mejor contigo mismo y con tu entorno.

Llegar al punto donde el recuerdo no duele, donde puedes decir "ya no me interesa hablar de eso" porque no te genera ningún tipo de ganancia, eso es dejar ir. Te doy un ejemplo real: te fuiste del país y "terminó pero no terminó" esa relación, sigues conversando todos los días con ella, le cuentas cómo te va, pero aún se quieren y lamentan no estar juntos, ¿Qué beneficio tendrá alargar el sufrimiento que esto produce? - Está bien, ninguno. La dejaré ir, ¿Pero cómo hacerlo? - Tomando en serio la distancia. Es un mito que eres maduro porque no cortaste el contacto con tu ex y ahora son los mejores amigos; si decidieron no estar relacionados, ¿Por qué siguen relacionados? Esto es apego. Me dirás que no es lo mismo ser amigos que ser novios, es cierto, no lo es, pero sigue siendo un vínculo entre dos personas. Se trata de ser coherentes (así toma forma la salud mental) y si rompiste el vínculo, lo que sigue es elaborar el duelo y soltarlo. 

Aunque de momento no lo parezca, el duelo tiene sus ventajas y dejando ir lo que te mantenía ansioso, angustiado, con insomnio y sin apetito, es un beneficio para tu salud física y psicológica. Te permite renovarte, ser otro, adoptar nuevas actitudes y arriesgarte sin miedo; la experiencia previa será sólo un referente en tu vida, no te va a condicionar, no te va enviar un mensaje erróneo "cuidado, te podría pasar lo mismo" porque comprendiste que aún bajo las mismas condiciones, la nueva experiencia será distinta y la vivirás tan pleno como la primera vez que sucedió. No significa que no estarás atento a las consecuencias, es prudente tomarlas en cuenta para saber cuándo parar, pero sin duda, nadie nos enseña a desapegarnos, revivimos ese vínculo en la infancia donde dependíamos de nuestros padres en todo sentido y de acuerdo con esos esquemas es mucho más difícil dejar ir.

Nos aferramos al pasado por comodidad, por miedo a cambiar o miedo a que nos cambien. No tomamos en cuenta que somos reemplazables y prescindibles, aunque ciertamente nadie será exactamente como tú y justo es la razón más común por la que no soltamos y quedamos inmersos en recuerdos acerca de esa sensación que nos producía estar cerca de esa persona. Estar en ese lugar no es igual a estar en la nueva ciudad a la que te mudaste; la comida de aquél restaurante no sabe igual a la del nuevo que te tocó visitar y así muchas comparaciones que nos apegan más a lo que dejamos. Lo positivo se realza, aunque hayas decidido dejar ir por motivos negativos, parece irreal pero no lo es. Comienzas a extrañar hasta lo más mínimo, sólo para sentir que sigue allí. 

Ten cuidado con lo que percibes, podría ser sólo producto de la emoción. La nostalgia es una combinación entre alegría y tristeza, que en ocasiones nos puede confundir y hacernos creer que sí, que queremos volver con nuestro ex, que queremos volver a comer sin parar o que no queremos irnos de nuestra casa, hasta que recordamos por qué decidimos terminar con ese círculo vicioso, ¿Lo recuerdas? Dijiste que te hizo sufrir, que no soportabas la ansiedad por las noches, que los recuerdos hacían daño. Por eso no está, porque es mejor que no esté.

El miedo al fracaso es lo que muchas veces nos limita, esta es otra causa que no permite dejar lo que ya tenemos. Ese tener es claramente subjetivo, porque nada nos pertenece más que nuestros pensamientos, acciones y sentimientos, es eso lo que realmente tenemos. Entonces, ¿Ante qué o quien vas a fracasar si ya no fumas más? ¿Quién te va a juzgar y al final, qué importa si lo hacen? no porque otro considere que tomaste una mala decisión, es una mala decisión. Siempre que te hagas responsable de las consecuencias de tus actos, no habrá culpables externos. No le digas al otro que "no te dejó" hacer esto o aquello, la decisión fue tuya y solo tuya.

Piensa en quien eras hace unos dos o tres años, qué o quiénes estaban en tu vida y cómo muchos de ellos desaparecieron de ella por arte de magia, no lo pudiste notar, se esfumaron, ¿Por qué no te diste cuenta? Porque no era significativo para ti. La valoración que le damos a esas cosas, situaciones o personas es lo que nos mantiene atados a ellas, entonces, allí está el cambio: ¿Qué utilidad tiene seguir dándole valor en el presente a lo que ya no es? Si enfocamos nuestra mirada a lo que vivimos hoy, es más fácil responder esta pregunta y ubicarnos en lo que verdaderamente tiene importancia. Ya dejaste esos kilos de más, ahora haces ejercicios, te alimentas saludablemente y diste un cambio maravilloso, ¿De qué te sirve seguirte lamentando por las burlas que recibías cuando eras obeso? Déjalo ir, ya no está contigo.

"Es muy fácil decirlo", me expresan mis pacientes o cualquier otra persona. No te pido que hagas lo que digo, te pido que hagas lo que dices que vas a hacer. Si no te quieres desapegar, quieres seguir guardando esos viejos regalos que te traen recuerdos incómodos, o quieres seguir hablando del mismo tema dándole vueltas sin aportar solución alguna, hazlo. Es tu responsabilidad. Lo seguro es que no es útil repetirnos que vamos a dejar de hacer y seguimos actuando exactamente igual. ¿Cuál es la clave? "actuar como si", esta técnica puede modificar ese paradigma que sigue rondando tu mente; no te lo digas, hazlo. Actúa como si esa persona no existiera, actúa como si no fueras un fumador, actúa como si ese problema no te importara... Comienza a sentir que está sucediendo, y sucederá. 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario